Bueno, pues ya era hora de que pudiéramos acercarnos a ver la que muchos consideran la Exposición del año, la de los Tesoros Sumergidos de Egipto. Justo en esta semana en la que se ha hecho público (fue el inefable Zahi Hawass, claro) que el gobierno egipcio se plantea realizar una especie de museo submarino, al estilo de los aquariums actuales, con túneles acristalados por entre los restos del antiguo puerto de Alejandría. La noticia, del 20 minutos, es esta(http://www.20minutos.es/noticia/406582/0/egipto/museo/subacuatico/).
Alejandría, junto con Canopo y Heraclion son las tres ciudades del Egipto de baja época que acabaron, por unas razones o por otras, sumergidas bajo las aguas del Mediterráneo. El arqueólogo Frank Goddio ha recuperado una pequeña parte de su inmenso fondo y, como lo ha hecho con inversión privada, ahora tiene que recuperar lo invertido a través de exposiciones tan impresionantes como la presente.
Goddio es una persona que genera pasión o animadversión según a quien preguntes. Lo que no cabe duda es que, con mejores o peores prácticas, con cierto endiosamiento o con más o menos respeto ha conseguido atraer la atención hacia unos yacimientos olvidados en los que Egipto poco iba a poder hacer por el momento. Y ha sacado del fondo del mar algunas piezas sorprendentes.
Muchas de ellas, antes de incorporarse al futuro Museo Arqueológico de Alejandría (que supongo que estará conectado de alguna forma con el subacuático) están recorriendo el mundo recogiendo aplausos y liquidez. Por eso la entrada es tan cara. Por eso la tienda está tan bien cuidada y hasta vende sombreros como los que usa Zahi Hawass a precio de oro (en cualquier caso, a menos coste que la figura del ajuar funerario de Tuthankamón que nos trajimos de la exposición...).
Tuvimos la inmensa suerte de llevar un guía de categoría del Instituto de Estudios Egipcios. El tipo se lo curró y nos hizo una visita excepcional, pero forzada. Me explico.
Nos contó muchísimas cosas, a cual más interesante. Demostró sus enormes conocimientos, sobre todo en el ámbito de la religión egipcia y su evolución hasta las formas religiosas que conocemos hoy en día. Pero a cambio vimos muy pocas piezas de la gran exposición, pero claro, las que vimos las vimos bien y no de pasada como suele ser habitual.
Gracias a él nos enteramos por fin del origen del nombre de los vasos canopos, los vasos funerarios en los que se guardaban los órganos internos del fallecido en trámite de momificación. Los primeros que se encontraron tenían la misma forma esférica achatada y con cabeza que las estatuas de Osiris alabadas en la ciudad de Canopo, al norte de Egipto. Estas figuras del dios de los muertos tenían la misma forma que los vasos canopos, sólo que macizas y sin servir para ningún fin similar al de los vasos. A partir del siglo XIX, y por su similitud, se comenzó a llamar a las vasijas funerarias con el nombre de vasos canopos, como los encontrados en los restos de la ciudad de Canopo, nombre que se ha aceptado ya por bueno por la comunidad científica.
A Canopo, precisamente, está dedicada la primera parte de la exposición, que está dividida en tres áreas, una por cada ciudad en la que se ha realizado la exploración submarina. En todos los casos, desastres naturales contribuyeron a la desaparición de los tres núcleos comerciales de la antigüedad.
En el yacimiento marino de Canopo se han hallado otras piezas de interés, algunas espectaculares, como la estatua posiblemente perteneciente a Arsinoe II representada como Isis-Afrodita saliendo del agua, del siglo III aC. Hay que pensar que nos encontramos en una época en la que el esplendor faraónico dejó paso a otros pueblos que conquistaron Egipto y que trataron de asumir como pudieron el enorme legado de la antigua civilización.
Los Lágidas, la familia de Ptolomeos que se autoproclamaron faraones en la época de dominación postalejandrina de Egipto, tuvieron como único interés mantenerse en el poder y generar riqueza en su país. Y lo lograron, haciendo de las ciudades del norte de Egipto auténticas referencias comerciales en el mundo conocido entonces, destacando Alejandría sobre todas ellas.
En este ámbito, los ptolomeos asimilaron parte de la cultura egipcia, pero a su modo. Decidieron continuar con las costumbres milenarias egipcias transformándolas según su visión, pero continuándolas sin alma, sin significado, sin pasión. Recogieron la epidermis de la antigua civilización sin profundizar en el cuerpo principal. Esta idea impregna casi todas las piezas de la exposición.
Esta espectacular Arsinoe II, hermana y esposa de Ptolomeo II, 309 - 246 a.C, (la limpieza y pureza de sangre favoreció los incestos reales a gran escala en esta época), es una figura que impresiona, que trasciende su petrea forma de granito negro... en un primer momento se puede pensar en una estatua de Isis pero entonces te das cuenta de que le faltan las típicas extensiones de cabello por los hombros. Aun así, los brazos pegados al cuerpo y el pie izquierdo adelantado confieren un porte faraónico a la reina. Además, la perfección de su talla en este material sólo lo pudo hacer un egipcio y sin embargo la ropa que se pega a su cuerpo mojado recuerda a los mármoles griegos, recordando a la Diosa Afrodita saliendo del agua... en fin un ejemplo de fusión de culturas, con una diosa egipcia y griega siendo representada en una figura de la esposa principal de un faraón griego.
Una cabeza del Dios Serapis asoma también en la parte de Canopo, otro ejemplo de fusión de Dioses egipcios (Osiris y Apis) con aspecto de Zeus. Si bien el guía nos indicó que Serapis existía mucho antes de los faraones griegos, otros expertos opinan que lo creó Ptolomeo I.
En cualquier caso, comienzan a aparecer en la exposición algunas figuras de Isis con su hijo Harpócrates que recuerdan vívidamente a la figura cristiana de la Virgen y el Niño. Esta disposición se repetirá más veces y nos terminamos acostumbrando a ver la poderosa influencia de las antiguas religiones en las que hoy en día preponderan.
Hay una pieza interesantísima en la parte dedicada a Canopo. Se trata de la nao de las décadas, de época de Nectanebo I y realizada en basalto. Se trata de una capilla monolítica de tamaño mediano (solían ser más pequeñas) que se situaba en la parte más sagrada del santuario y que albergaba la estatua del dios.
Esta Naos está reconstruida a partir de restos hallados previamente y con otros sacados del fondo del mar por el equipo de Frank Goddio. "Las imágenes e inscripciones grabadas en sus paredes exteriores constituyen la representación más antigua conocida de un calendario egipcio dividido en décadas de vocación astrológica. Dentro del naos se encontraba una estatua del dios Shu de unos 30 cm. Esta divinidad personifica la atmósfera gaseosa que los egipcios sitúan entre el cielo y la tierra. Se le representa en forma de león, tal y como se observa en el fondo. Un texto precisa que la estatua era de “plata revestida de oro fino”. Cuando se abrían las puertas del naos, el dios aparecía deslumbrante como el sol sobre el fondo oscuro del basalto, que evoca la noche." (según http://www.egiptologia.com/content/view/2644/101/1/2/).
Heraclion permanecía sumergida en las aguas del Mediterráneo debido, posiblemente, a desastres naturales que provocaron el hundimiento de la ciudad. En realidad, no se sabía a ciencia cierta si Heraclion era una ciudad de la época grecoegipcia, como Alejandría o bien se trataba de una ciudad antigua cuyo nombre fue modificado por los faraones lágidas.
Una plaquita de fundación de oro con el nombre del gimnasio de la ciudad, dedicado a Hércules, podría dar pistas sobre una fundación griega (el nombre del gimnasio daría nombre a su vez a la ciudad, allá donde Hércules piso terreno egipcio por vez primera).
Pero otro hallazgo de Goddio ha dejado meridianamente claro el origen de la ciudad, puesto en duda tantas veces. Se trata de la Estela de Nectanebo I en la que se incluye una mención explícita a la ciudad de Tonis, antiguo puerto comercial egipcio y que vería transformado su nombre como homenaje al semidiós griego.
Según http://www.egiptologia.com/content/view/2644/101/1/3/, de nuevo:
Esta estela es uno de los extraordinarios hallazgos realizados en el templo de Heraclion; es la gemela de otra estela descubierta hace algo más de un siglo en Náucratis, casi idéntica en su forma y contenido. Erigida por orden del faraón Nectanebo I (378 - 361 a.C.) en el primer año de su reinado, en ella se manifiesta su decisión de cobrar un diezmo por las mercancías importadas o fabricadas por los griegos que transitasen por la ciudad de Tonis. Este dispositivo fiscal se instauraba para favorecer la construcción de un templo de la diosa Neit, situado en Náucratis.
La mención de Tonis en la estela encontrada en Heraclion confirma que Heraclion y Tonis eran una misma ciudad, permite afirmar su papel como centro económico y puesto aduanero a la entrada del reino “para todo lo que proceda del mar de los griegos”.
El caso es que en el apartado de Heracleion se ubican los objetos más impresionantes, por su monumentalidad, de toda la colección. Uno de ellos es una estela gigantesca de uno de los Ptolomeos. Con más de 6 metros de altura y más de 15 toneladas de peso, esta estela se hallaba en el monumento más famoso de la ciudad, un gran Templo dedicado a Amón.
En esta estela (posible pareja de otra similar) conviven caracteres griegos y jeroglíficos. En la parte superior se ve a Ptolomeo VIII acompañado de sus esposas Cleopatra II y III, oficiando ante Amón, la diosa madre Mut y una hilera de soberanos lágidas divinizados. Los textos, tras el tradicional elogio al rey, hacen referencia a varios asuntos relativos a la vida religiosa local.
Pero las piezas más llamativas de la exposición, por su tamaño, pero también por su significado, son los colosos que imponen desde su altura al visitante de la exposición de los tesoros sumergidos. Son tres; una reina, un rey y un dios, en este caso, Hapi, el Dios que representa tradicionalmente al Nilo.
Decía antes que los Ptolomeos tenían como interés fundamental generar riqueza. Para ello, tenían que tratar de contentar a los comerciantes que se acercaran a los puertos de las ciudades y mantener a los pobladores egipcios autóctonos bien considerados.
Para ello, hicieron construir estatuas, templos, edificios que representaran la religión egipcia tal y como ellos, griegos en origen, la veían pero sin comprenderla. Un ejemplo clásico es esta tríada. ¿Que habitualmente son tres los dioses que identifican los Templos? Pues hágame aquí tres colosos. ¿Qué qué Dios erigimos? Pues a ver, ese del Nilo mismo, Hapi. Bueno, sí, sólo suele aparecer en figuras de pequeño tamaño, pero no importa, hágame uno colosal. (por cierto, para los comerciantes extranjeros se llegó a crear una deidad propia basada en la cobra, especie muy utilizada y venerada por casi todas las religiones de la época).
Además, nos viene bien por la publicidad implícita que conlleva para los Lágidas. La pareja real se puede asimilar a los colosos de Ramses II y Nefertari esculpidos en la fachada del pequeño templo de Abu Simbel. El rey y la reina glorificados y divinizados velan por el templo y se exponen para ser adorados por sus súbditos. Solo que son reyes de época Ptolemaica.
Las estatuas, de granito rosa, debieron ya sufrir desperfectos en la antigüedad porque están reparados. Algunos, como el coloso de Hapi, se encontraron fragmentados en varias partes que han sido restauradas para la ocasión.
En cualquier caso, tengan la historia que tengan, las figuras son impresionantes y se siente cierta emoción al pensar en dónde debían estar ubicadas y su significado. Pero también es fácil pensar en el emocionante momento de su descubrimiento en el yacimiento de Heraclion por parte del equipo de Frank Goddio.
Más cosas: la cuba sarcófago, una de las sorpresas más curiosas que nos deparó la Exposición. Del mismo granito rosa de los colosos del Templo de Amón se construyó esta cuba para alojar al Dios de una forma un tanto especial.
Tirando de nuevo de la página de Amigos de la Egiptología http://www.egiptologia.com/content/view/2644/101/1/3/, "esta cuba de piedra (llamada “cuba jardín”) se utilizaba principalmente para la fiesta de los misterios de Osiris. En ella se depositaba una efigie del dios amasada con semillas de cebada. Las semillas se regaban hasta que germinaban. Entonces la efigie se exponía al sol, se dejaba secar y después se transportaba hasta Canopo en una barca de madera chapada en oro. Entonces el “cadáver” se enterraba o se arrojaba al agua." Esta cuba se encontró en la zona del templo de Heraclion, detrás de los naos de Amón y Khonsu. Sin duda estuvo destinada posteriormente a otros usos que no tenían nada de religiosos.
Para finalizar sorprende que la parte dedicada a la más conocida de las ciudades, Alejandría, sea la más pequeña y que además esté ubicada en la parte del Matadero de Legazpi más dejada, con algunas paredes casi de papel. No obstante tiene dos piezas muy llamativas. La ciudad fundada por Alejandro Magno terminó convirtiéndose en el verdadero núcleo comercial del Mediterráneo de la época.
El Portus Magnus, la Biblioteca, el Faro... tantas instituciones y emblemáticos edificios que hablan de la promoción y patrocinio de la cultura por parte de muchos faraones griegos de los Ptolomeos y de su dedicación a la gran ciudad de la baja época egipcia. Dos piezas llaman nuestra atención en este apartado.
En primer lugar, una cabeza colosal de Cesarión, el malogrado hijo de Julio César y Cleopatra que debió reinar como Ptolomeo XV, con un tocado típico faraónico...que deja ver parte del flequillo, en una evidente muestra de la influencia ya romana que mantenía la civilización egipcia. Se suele considerar la conversión en provincia romana de Egipto como el final real de la historia del Egipto Antiguo. En este caso, estaríamos asistiendo a uno de los ejemplos más reales de esa decisión.
El corte de pelo romano aflora por debajo del tocado faraónico, que Cesarión lleva más que otra cosa no por la divinización que en otro tiempo esto representaría, sino por la decisión de verse identificado con el pueblo que iba a regentar el futuro Ptolomeo XV.
La otra figura es similar en cuanto a su significado. Un sacerdote egipcio mantiene un Osiris Canopo entre dos esfinges. De nuevo, la influencia grecorromana trata de recoger la idea que tiene de la religión egipcia y transformarlo en algo útil para sus fines. ¿Cómo hago una figura de un Dios egipcio para que lo veneren los pobladores de Alejandría?
Pues elijo una forma que conozco, la de un sacerdote habitual de los templos de Amón, así, rasurado, le pongo una túnica y le hago mostrar la efigie del Dios. No importa que el dios sea inocable, le pongo sintiendo la efigie del Dios en los mofletes del sacerdote y lo instalo en el Templo que he creado, con mis conocimientos y mentalidad, para que lo adoren los egipcios de la época. No me molesto en tratar de entender qué hay detrás de todo ello, me importa más la apariencia y en dejar las cosas como están mientras mis espléndidas ciudades del Egipto mediterráneo se convierten en los más importantes puertos comerciales de mi época.
Al menos, hasta que perezcan, sumergidas en el Mar que les ha proporcionado los mejores momentos de su historia.