Próximo Oriente Antiguo
Las estatuas colosales de leones alados del Palacio de Assurnasirpal II en Nimrud protegían el palacio contra fuerzas demoníacas. Ahora protegen las entradas a las galerías dedicadas al Próximo Oriente Antiguo, otro de los fuertes del Museo Británico.
Estas excepcionales figuras llamadas lamassu en su idioma original son tan impresionantes que todo el mundo quiere hacerse fotografías con ellas. El lamassu es una criatura legendaria, que posee cabeza de hombre, cuerpo de león y alas de águila y que guardaba los templos generalmente en parejas. Estas figuras tienen, además, 5 patas, de forma que se las pueda ver desde frente y de perfil con las mismas características.
El Creciente fértil, la zona ubicada entre el Tigris y el Eúfrates, la zona donde la civilización tuvo su primera aparición, tiene una representación decidida en el British Museum. El Imperio Asirio dejó huellas imperecederas, como los leones alados con cabeza humana, pero no sólo obras de enorme tamaño y poder evocador, también restos de la vida diaria de sus pobladores. El Museo guarda también con mimo uno de los únicos ejemplares que se conservan en moderado estado del Senet, el juego más conocido de la antigüedad.
Uno de los leones alados presenta en su parte inferior un tablero grabado que tiene tanta importancia por su significado como el juego real de la foto, con tablero y fichas que sirvieron a antiguos asirios para distraer el tiempo.
Asiria y Babilonia se repartieron el próximo Oriente Antiguo 2.000 años antes de nuestra época, una vez desaparecieron los sumerios. Actualmente se puede visitar una Exposición en el Museo Británico sobre Babilonia (lamentablemente no nos dio tiempo a verla) aunque no cuente entre su catálogo con la Puerta de Ishtar, la más famosa obra de Babilonia, que está en el Museo de Pérgamo berlinés y es sorprendente.
A cambio, las grandes figuras de los Palacios de Nínive o Nimrud están en el British. Los restos arqueológicos de Nimrud fueron excavados por Austen Henry Layard entre 1845 y 1851, quien identificó erróneamente la ciudad como la antigua Nínive. Layard extrajo una gran cantidad de esculturas de toros alados y relieves que hoy se encuentran en aquí.
Y que además, invitan a entrar en una de las galerías más impresionantes de todo el Museo: la de los relieves asirios, que también se trajeron Layard y sus continuadores desde el actual Irak.
Los reyes neoasirios que gobernaron el Imperio entre los siglos XI y VII a.C. (entre los que se incluyen los conocidos Senaquerib, Assurbanipal o Assurnasirpal) mantuvieron el poder sobre un inmenso territorio que iba desde Egipto hasta el Golfo Pérsico. Los grandes palacios reales de las principales ciudades no sólo tenían a los grandes leones y toros alados de la entrada como atractivos principales. Resulta que sus paredes estaban cubiertas de losas de piedra esculpidas que narraban las grandes hazañas reales, guerras y cacerías, sobre todo.
En el Palacio Real de Nínive (aprox. 645 a.C.) el rey asirio Assurbanipal quiso que sus cacerías de leones formaran parte fundamental de su decoración. En aquel tiempo, el león asiático, posteriormente extinguido gracias a acciones como éstas, representaba para los asirios el símbolo del caos frente al orden del mundo de los seres humanos.
Por ello, la caza de leones, además de deporte de élite reservado exclusivamente a la nobleza, tenía un significado que excede del simple lucimiento real: es el Rey Asirio contra el caos. Los relieves son espectaculares, comienzan con la liberación de leones desde una jaula y continúan con el rey cazando con arco y flecha a numerosos leones que van pereciendo de acuerdo con la pericia de Assurbanipal (y muestra de poder para con los visitantes del Palacio Real de Nínive).
En la actualidad, los leones heridos y agonizantes pueden provocar pena o rechazo, pero en el siglo VII antes de nuestra era, aquellos que lo viesen sólo sentirían alegría y admiración.
El Museo Británico es el único lugar donde pueden verse tantas secuencias de losas en su orden original y tan bien conservadas. Desde luego, éste es uno de los puntos fuertes del Museo, como lo es la parte de Egipto de la anterior entrada. Y como lo son las Salas dedicadas al mundo griego, por las que pasamos rápidamente para poder conocer con más detalle algunas de las piezas más importantes de la Europa de época romana y la Europa Medieval.
Imperio Romano
Mientras en España los íberos poblaban la península, mientras los etruscos florecían cerca de una ciudad de éxito incipiente (Roma), en las islas británicas, diferentes tribus de britanos poblaban estas tierras húmedas y lluviosas. Cuando al fin los romanos conquistaron Britania, once reyes británicos se rindieron ante el Emperador Claudio.
Puede que alguno de ellos tirase a sus pies (a lo Vercingétorix) su escudo, que bien podría haber sido como éste.
Se trata del Escudo de Battersea, del siglo I a.C, descubierto en el mismísimo río Támesis, cerca de Londres. Lo más probable es que fuese arrojado al río deliberadamente, como ofrenda votiva a los dioses. Este escudo celta es realmente espectacular, es un escudo de madera revestido de bronce y está decorado con elegantes curvas y zarcillos realzados con esmalte rojo. Se le suele asociar al llamado arte celta de La Tène o Céltico Temprano (algunas fuentes lo sitúan en el siglo III a.C).
La historia de la Britania romana está cuajada de grandes momentos: la rebelión de la reina de los icenos Boudica en el 60 d.C o la construcción del Muro de Adriano en 122 d.C.
Precisamente, en el ambiente del muro de Adriano se realizaron algunas de las piezas más asombrosas del Museo... por ejemplo, la tablilla de escritura a tinta de la izquierda. Se encontró en Vindolandia y es ni más ni menos que una invitación de cumpleaños de, aproximadamente, el año 100 d.C. En ella, Claudia Severa, esposa de Aelius Brocchus, invita a su amiga Sulpicia Lepidina (esposa del comandante de la guarnición de Vindolandia, Flavio Cerealis, prefecto de la novena cohorte de batavianos -procedentes de la tribu germánica del mismo nombre-).
La parte principal fue escrita por un escriba, pero las cuatro cortas líneas que terminan la carta fueron realizadas por la propia Claudia Severa, en lo que representa el ejemplo más temprano de escritura en latón hecho por una mujer en todo el Imperio. La verdad es que es emocionante y, al menos a mí, hizo que se me pusiera el vello de punta. La carta dice exactamente:
Claudia Severa a su Lepidina, saludos.
El 11 de septiembre, hermana, es mi cumpleaños, por lo que te envío una calurosa invitación para asegurarme de que vengas y así disfrutar más el día, pues tú eres el regalo (?). Da recuerdos a tu Cerealis. Mi Aelius y mi hijo pequeño le envían recuerdos.
Escrito de su propia mano: Te espero, hermana. Me despido, hermana, alma mía, y te deseo prosperidad y saludos.
Las cartas y objetos recuperados en el fuerte de Vindolandia, cerca del Muro de Adriano, ofrecen una idea de la vida cotidiana de los soldados extranjeros que se entraban allí de guarnición. Además de numerosas tablas de madera escritas en tinta, se han hallado objetos de entrenamiento, como esta máscara utilizada en las competiciones de Hippica gymnastica que las legiones realizaban para mayor gloria de sus componentes. El jinete llevaba armadura completa, incluyendo la máscara que le protegiera la cara.
Los romanos también tenían una característica que durante mucho tiempo contribuyó a asimilar a las diferentes poblaciones conquistadas: sus emperadores fueron divinizados y como tales se presentan estas dos cabezas de bronce colosales de los dos Emperadores que más influyeron en la historia de la Britania Romana: Adriano, cuya colosal cabeza fue hallada en el Támesis, procedente posiblemente del Foro de Londinium y Claudio, cuya cabeza de bronce fue hallada en otro río, el río Alde, en Suffolfk.
La religión también estaba presente, y de qué manera, en la vida cotidiana de los romanos y de los romanos británicos. Ésta es una estatua de mármol de Mitra, del siglo II d.C. Mitra, cuyo culto se originó en Persia, fue una de las deidades orientales cuya veneración se extendió por todo el Imperio en los siglos II y III d.C. Aquí, Mitra está dando muerte al toro cuya sangre, según su leyenda, había dado vida al mundo. Es posible (pero no lo recuerdo a ciencia cierta) que esta estatua fuese hallada en el Templo de Mitra ubicado en medio de la City londinense y cuyas ruinas se pueden ver cerca de la estación de metro de Bank Station.
Los romanos fueron muy tolerantes en lo que a religión se refiere. Los cultos Isíacos o Mitráicos convivían con los de los dioses tradicionales romanos o con los del mismo Emperador. Sin embargo, uno de esos cultos estaba llamado a cambiar las cosas y fue la causa de la desaparición del paganismo en el Imperio. Se trataba, por supuesto, del cristianismo.
Precisamente es esta cabeza de Cristo ilustrada en el centro de un gran suelo de mosaico del siglo IV d.C., procedente de una Villa Romana de Dorset, la imagen más antigua de Cristo hallada nunca en mosaico.
Esta posición central estaba ocupada habitualmente por un dios pagano. Las letras griegas X y P, por detrás de la figura le delatan: son las dos primeras letras de "Cristo" en griego y representaban un símbolo habitual entre los primeros cristianos. Las esquinas del mosaico, por cierto, en lugar de estar ocupadas por las tradicionales cuatro estaciones o vientos, tienen como protagonistas a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los tradicionales cuatro evangelistas.
Con el cristianismo nos acercamos a la Edad Media, donde quedan atrás religiones y costumbres, Imperios y civilizaciones que dejaron huella en la historia del hombre.
Atrás quedan los jeroglíficos egipcios o los relieves asirios, la democracia griega o los juegos romanos. Muchas de los hechos y objetos que caracterizaron las civilizaciones antiguas desaparecen o se transforman.
Este casco de gladiador romano, hallado en el mismísimo Herculano, del siglo I d.C., es una de las últimas piezas romanas del British, junto a cabezas de bronce y mármol, armaduras de hierro o de piel de cocodrilo, lámparas de bronce o de cerámica y hasta un sepulcro etrusco (etrusco, no romano, pero la cercanía es lo que tiene) de dimensiones enormes perteneciente a una acaudalada mujer cuya reconstrucción a partir de su cráneo dista mucho de la belleza de la figura esculpida en su tumba.
Europa Medieval
Me voy a centrar en los dos conjuntos de objetos que más nos asombraron de cuantos pueblan las salas medievales del Museo Británico de Londres.
En primer lugar, el ajedrez de Lewis, del siglo XII. Se trata de un asombroso conjunto de piezas de ajedrez de probable origen noruego. Estas piezas se hallaron en 1831 en la Isla de Lewis, en las Hébridas Exteriores (Escocia) y están talladas en marfil de morsa y barba de ballena. Representan a reyes y reinas sentados, obispos con mitra, caballeros en su cabalgadura y peones y guardianes de pie, en forma de obeliscos.
Son, sencillamente, impresionantes y su visión provoca una emoción similar a la de la Carta de Vindolandia.
Hay 99 en total (82 en el British Museum, 11 en el Museo de Escocia, en Edimburgo) y debieron pertenecer a un mercader viajante. Las circunstancias de su entierro son desconocidas.
Cada pieza es diferente: los reyes y reinas están sentados en tronos bellamente ornamentados; algunas de las reinas se llevan la mano a la cara con gesto contemplativo; las torres toman la forma de aguerridos guerreros con agresivas posturas...
Además, también se hallaron piezas circulares perfectas para el backgammon, así como un broche de cinturón.
El otro conjunto de objetos arqueológicos de la Edad Media más llamativos son los recogidos en la Nave Funeraria de Sutton Hoo.
En 1939, en la excavación de un gran túmulo en Sutton Hoo, Suffolk, se descubrió un impresionante hallazgo: un rico enterramiento anglosajón colocado dentro del casco de una gran nave.
Entre los tesoros descubiertos en su interior destacan grandes cantidades de oro, joyas, artículos funcionales como armas y cubos, además de un instrumento musical. La tumba, que por las monedas halladas ha podido fecharse en el siglo VII, parece ser la de un próspero gobernante local, posiblemente, Red Valdo, rey de los anglos orientales y señor de los reinos anglosajones que murió en el año 625 d.C.
Entre los hallazgos más espectaculares se encuentra un magnífico casco de hierro, un par de broches para los hombros con granates y cristales de colores incrustrados y la hebilla de un cinturón de oro. La reproducción del casco (a la derecha) es realmente sorprendente.
Desde luego, el Museo Británico da para mucho. Tuvimos oportunidad de visitarlo más veces (de hecho, el Hotel que buscamos, el precioso The Montague on the Gardens estaba al lado del Museo por razones obvias), pudimos comer (mal) en su cafetería y nos perdimos en sus salas. Lamentablemente no dio tiempo a ver la Exposición de Babilonia, que debe ser bastante buena.
Sí que nos dio tiempo a visitar otro pequeño museo arqueológico londinense bien conocido por los aficionados al antiguo Egipto: el Museo Petrie de Arqueología Egipcia, fundado por el clásico egiptólogo Flinders Petrie que, en salas de la University College de Londres, por entre cuyas clases y pasillos tuvimos que buscar la ubicación de este museo tan especial.
La iluminación es rala, el aprovechamiento del espacio digno de elogio y las instalaciones, pues, esto, antiguas. Las numerosísimas piezas se acumulan en vitrinas sacadas del siglo XIX, lo que las confiere encanto y desorientación a partes iguales.
El llamado efecto museo se puede vivir en el Petrie Museum, lo que no deja de contrastar con el poderoso Museo Británico, con sus recursos económicos y espacio disponible.
Tenemos noticias de que se va a remodelar, pasando por un edificio de nueva creación. En dos cosas se parece el Museo Petrie al Museo Británico: sus piezas son fascinantes y ambos son gratuitos. Esto sí que es digno de mención, en la muy cara (carísima) capital del Reino Unido, la cultura es accesible; tanto el más emblemático de los Museos de Historia del Hombre del mundo como el más pequeño y humilde son accesibles para todos aquellos que tengan un mínimo de interés por conocer de dónde venimos y a dónde vamos.