Viena es una ciudad monumental. Pasear por la capital austríaca es verse rodeado continuamente de edificios grandilocuentes, bellos y un poco fríos. Muchos de ellos son visitables y suelen acaparar la atención de los visitantes y sin embargo hay otras cosas más humildes en Viena que, al menos a nosotros, nos emocionaron más que el edificio de la Ópera.
Y uno de esos ejemplos es el primer piso de la casa situada en la calle Tuchlauben, 19. Esta casa es bien conocida pues en agosto de 1979, como suele pasar en medio de unas obras, se halló todo un conjunto expositivo de frescos medievales dedicados a narrar momentos de las historias de un trovador medieval muy popular en la Alemania del siglo XIV, Neidhart von Reuental (1180-1240).
La casa había pasado por numerosos avatares en su larga historia, incluyendo una completa transformación en el siglo XVIII por lo que nadie podía suponer que los muros de la Edad Media se mantuvieran en su sitio y menos, con frescos espectacularmente conservados.
Lo que son los centroeuropeos: la historia de la casa está perfectamente registrada; se conocen todos y cada uno de sus dueños desde 1370¡ Es bastante curioso llevar a cabo ese ejercicio de imaginación que supone rastrear nombres antaño desaparecidos (y encontrarse tantas Bárbaras a lo largo de la historia de propietarios). Entre todos destaca aquel que poseyó la casa en 1398, Michel Menschein, miembro del Consejo Municipal en aquellos años (hasta 1414, un año antes de su muerte) y con suficiente poder como para contratar los servicios de pintores locales especializados para la decoración de una de sus casas (y tenía muchas en la ciudad). Efectivamente, Tuchlauben, 19 era la casa denominada “de Verano”, Sommerhaus", en contraposición de su casa “de invierno”, Winterhaus, que curiosamente se ubicaba en la calle Tuchlauben… 20¡
El tipo se podía permitir los mejores frescos para su casa de verano, pues contaba con recursos suficientes como para mantener al menos otras cuatro o cinco casas en Viena. Pero se cree que esas otras casas no eran sino inversiones, que donde vivía realmente (y alternativamente) era en Tuchlauben 19 y 20. Menschein debía ser un tipo importante; aparte de formar parte del Consejo era un empresario burgués de nivel, posiblemente metido en el negocio textil.
Y un tipo así tenía que dar una imagen adecuada. Su casa, como todas las de los poderosos, tenía que transmitir su imagen y por eso se hizo con los servicios de los mejores pintores de frescos de la ciudad. No se sabe a ciencia cierta quienes fueron exactamente. Se sabe por el estilo de las pinturas, por las caras, los gestos, los paisajes, que las pinturas datan de finales de la década de 1390 y principios de la de 1400 y que los pintores, probablemente vieneses por las implicaciones políticas que tenía ser miembro del Consejo, tuvieron por formación, aprendizaje o herencia, cierta influencia del arte de la Bohemia de aquella época.
Hay un puñado de pintores vieneses activos en esos años pero las pistas recaen sobre todo en Jackob Grün, también miembro del Consejo y con renta suficiente como para mantener su propia casa. Es posible que Grün pintase otro conjunto similar al que estamos tratando en la Winterhaus, pero no se ha conservado.
Bien, para poder ver en directo los frescos tenemos que dirigirnos a Tuchlauben, 19, por supuesto, muy cerca del centro histórico de la ciudad. El coste de la entrada es muy reducido, apenas 4 euros, y creo que merece muy mucho la pena subir a su primer piso y recorrerlo(www.wienmuseum.at/en/locations/location-detail/neidhart-fresken-1.html). Se trata de una casa típica del siglo XVIII, barroca, que conserva el estilo de su siglo y que guardaba en su interior, como si fuera un tesorillo, estos magníficos frescos.
Se piensa que los frescos estaban ubicados en un gran salón o sala de banquetes. No quedan demasiados ejemplos de los frescos que cubrían las paredes de casas privadas en aquel entonces (sí de iglesias, palacios y templos, pero no de residencias de la burguesía). Casi todas las pinturas están (o estaban, no se ve bien) divididas en tres partes horizontales, una inferior a modo de cortina, una intermedia con el motivo de la pintura y una banda decorativa superior. Parte de esa banda se ha perdido por las transformaciones que la casa ha tenido a través de los siglos.
Y aunque parezca que las escenas son independientes unas de otras, en realidad no son sino una composición basada en las poesías del trovador Neidhart von Reuetal y que se agrupan en función de las estaciones del año a las que representan. Al propietario de la casa le debía gustar el tema, aunque sólo sea por el nombre de sus dos casas en Tuchlauben y los motivos del grupo de frescos de la Sommerhaus.
Aunque es evidente que el color se ha deteriorado con el paso del tiempo (también es evidente el cariño con el que han sido restauradas las pinturas), los frescos siguen manteniendo un encantador juego con el espectador: no sólo transmiten el poder y la sensación de legitimidad que debían proporcionar en la época; también alientan la curiosidad y la diversión al tratar de interpretarse.
Al fin y al cabo, los temas principales de los trovadores eran el amor, la galantería, las justas, las batallas y los torneos caballerescos; y un poco de todo esto encontramos en los frescos de Neidhart basados en el ciclo de las estaciones.
Veamos: en la pared norte encontramos las escenas asociadas al verano (la Pelea de los Campesinos, el Juego de Pelota y los Amantes; el Robo del Espejo) pero también las asociadas al invierno (la Batalla de las bolas de nieve y el Paseo en Trineo). La pared sur queda para la Primavera (La Broma de la Violeta y el Baile) y el Otoño (el Banquete y un fragmento de un paisaje). Canciones, chistes, representaciones, cuentos… las escenas trasladan la mitología medieval del siglo XIII a la decoración exclusivista de un rico fabricante de finales del siglo XIV.
Ni las canciones de Neidhart ni las chanzas de la época dejaban en buen lugar a los campesinos, quienes solían aparecer como los malos del cuento, los vagos o los que generan problemas. El fresco de la Pelea de los Campesinos (Dörperkampf) recoge un poco este espíritu. Se trata de la fotografía de arriba. En el fresco, delante de un castillo, tres campesinos están luchando con espadas (faltan más, los demás han desaparecido por los daños habidos a las paredes). Estos campesinos luchan con fiereza y sus caras se consideran vulgares, sus armaduras, contrahechas. Y uno de ellos tiene el pelo muy largo: Neidhart se quejaba de lo vergonzoso que era que los campesinos llevaran así el cabello. Pero además, la lucha tiene un componente caricaturesco.
También en la pared norte está “El Juego de la pelota y los amantes”, uno de los más bonitos del conjunto. Se trata de una escena típica de verano en la que un caballero toma por la cintura a una de las dos damas que le acompañan mientras al otro lado del paisaje (con muchos árboles) de un grupo de personas una mujer lanza una bola de contenido vegetal al trío inicial… probablemente al hombre, quien podría ser el favorito de la dama. Esta escena se repite en otros frescos de la época.
En “El robo del Espejo” una figura, probablemente materna, está rogando cuidado a su posible hija, elevando su mano. Y es que la hija está yaciendo con el mismo hombre al que le ha lanzado en el fresco anterior la bola de consistencia vegetal (puede que algún tipo de corona), cediendo a sus impulsos (ay, qué típico de los campesinos) de una manera bastante real, muy medieval y libertino… Esta escena está sacada de algunas de las canciones de Neidhart y el espejo mencionado no es sino una metáfora extraída de las historias del trovador.
Pasamos al invierno y qué mejor que comenzar con una batalla de bolas de nieve. Al menos es lo que parece que se están tirando los personajes del fresco. Sin embargo, hay otra opción que barajan los expertos: que se estén tirando huevos. Y es que hay escenas en las canciones de Neidhart en las que aparece una “guerra de huevos”. Y en medio, dos campesinos peleándose… por supuesto, por una mujer.
A un lado aparece un trineo. Es la primera parte de otro fresco, precisamente “La carrera de trineos”. Neidhart von Reuental tiene una canción dedicada a las carreras de trineos, que debían ser una actividad de ocio muy habitual en la época. En la escena, tres mujeres con las cabezas recubiertas marchan en trineo en medio del frío invierno. Al frente, hay un hombre en un caballo embridado tirando de los trineos. La escena debía ser mucho más larga, con más trineos ocupando las paredes de este salón de banquetes.
Llegamos a la primavera, al otro lado de la casa. Y allí nos espera otra escena habitual de los cantares medievales que se dejaban llegar por la lujuria como motivo argumental principal. La broma de la violeta es un fresco de este tipo. Y se trata de la historia más popular de las que nos han llegado de Neidhart. En ella, Neidhart encuentra la primera violeta de la primavera y la cubre con su sombrero, para poder encontrarla después. Su motivo bien puede ser reservar la flor a la Duquesa para que la pueda coger ella misma.
Es entonces cuando aparece la travesura a la que hace mención el título del fresco: un campesino encuentra la flor y, literalmente, se caga encima. Y en el fresco (donde faltan, precisamente la duquesa, el sombrero y la cagada), los hombres de la corte (o el mismo Neidhart) descubren con horror la sorpresa y levantan la mano asombrados. Al fondo, un gran castillo almenado y una maravillosa pradera cubierta de verdor y de flores rojas, la típica ambientación que dice mucho de la calidad del fresco encargado por Michel Menschein.
Un trozo de pared en blanco uniría la travesura de la violeta con el siguiente fresco, el que quizá es el más espectacular: el baile en corro. Un hombre toca el caramillo para que numerosas parejas se pongan a bailar en corro. Una pareja lleva la voz cantante; él posee un báculo con el que va dando órdenes. Según comentan, es la escena de baile más antigua hallada en Viena.
Justo al lado, separado por un árbol, aparece el último gran fresco, el Banquete. A la izquierda, un hombre sentado bajo un baldaquino alcanza una jarra mientras con la otra mano mueve el fuego. Y es que ya estamos en otoño y la gente se sienta al banquete para dejarse llevar por la glotonería y la gula, tal y como Neidhart dejó también reflejado en sus cantares.
La antigua entrada de la casa incluía frescos de paisajes otoñales. Algo de ellos queda en alguna de las columnas de la casa. En ellas, árboles sin hojas y unas poquitas flores rojas aportan una imagen que también aparece en alguna canción de Neidhart.
Y así acaba nuestra visita, asombrados y encantados por haber tenido el privilegio de ver los más que bien conservados frescos de una casa particular medieval y de conocer de primera mano la tradición de los cantares de uno de los trovadores alemanes más famosos, Neidhart von Reuental (1190-1236), cantante en la corte de Federico II y del que más melodías han sobrevivido hasta la actualidad.
Más información en wikipedia: http://en.wikipedia.org/wiki/Neidhart_von_Reuental. Neidhart, por cierto, está enterrado en la Catedral de San Esteban. Enseguida nos dirigiremos a ella.
Por cierto, la información de esta entrada procede de los estudios de Eva-Maria Höle y Oskar Pausch.