1. Seguir la pista del Tercer Hombre en la Riesenrad
La llamada Noria Ferris es el símbolo del Prater, el parque más grande de la ciudad de Viena. Con 1300 Hectáreas de superficie es el sitio ideal para dar un paseo por sus grandes avenidas rodeadas de castaños, álamos y chopos. Es invierno y las veredas están cubiertas de las hojas que han dejado desnudos a los árboles y aún así es agradable recorrer el Prater (donde dicen que en verano los vieneses vienen a recargar las pilas). La avenida principal es la Hauptallee y cuentan las guías que durante mucho tiempo sirvió para uso exclusivo de los nobles.
Tiempo más tarde, el Prater pasó de ser en el siglo XIX coto de caza real a parque público que incluía en su parte norte un parque de atracciones, el Volksprater. Y como estrella de ese parque, nuestro objetivo: la Noria gigante, uno de los iconos de Viena y uno de los escenarios donde transcurre “El tercer hombre” de Carol Reed (Carol era un hombre, a pesar de lo que parezca).
En Viena hay recorridos basados en la película, como era de esperar, pero llama la atención (para nuestro agrado) que se mantenga vivo el espíritu de un film de 1949. La música de Anton Karas y el guión de Graham Greene seguro que algo tienen que ver, así como las interpretaciones de Joseph Cotten u Orson Welles (Aida Valli no me terminó de convencer). De hecho, aún puedes ver la película en un cine de Viena, justo enfrente del Burggarten, en el Opernring, el Burg Kino (http://www.burgkino.at/).
Pero dejemos el clásico blanco y negro y acompañemos a Joseph Cotten (Holly Martins) a buscar a su indeseable amigo Harry Lime en el Riesenrad, pero esta vez a todo color. Para llegar a la noria, lo mejor es desplazarse en metro hasta Wien Nord –Praterstern y desde allí recorrer un breve camino hasta la noria y el parque de atracciones.
Ya desde la salida del metro aparece la forma imponente de la noria, que lleva aquí instalada al lado del Danubio desde 1896, cuando se empezó a construir por el ingeniero inglés Walter Basset.
El piso inferior de la noria es un café restaurante donde se come muy bien, la verdad. Pero antes nos pasamos a ver la noria y montar en una de sus curiosas cabinas rojas (http://www.wienerriesenrad.com/). De hecho, merece la pena detenerse en la pequeña exposición de la entrada, donde se recrean diferentes momentos de la historia de Viena en al menos 8 de las cabinas antiguas de la noria. Es el llamado Panorama.
La Viena romana (con un Marco Aurelio visitando Vindobona), la Viena medieval con la construcción de St Stephan, la Viena Biedermeier del XIX, pero también la Viena de la Segunda Guerra Mundial, cuando la Noria Ferris quedó destruida después de un incendio. Pequeñas recreaciones de época con figuritas y ambientación que no dan para mucho, pero son entretenidas de ver.
Un año más tarde del incendio, en 1945, la noria se reconstruyó para pasar poco después a un estado de abandono del que saldría hace relativamente poco. De esta forma, ya en los años 2000 se puede disfrutar de la noria y montar en una de las cabinas recreadas como si se tratara de las de 1897 y experimentar un viaje lento (75 cm por segundo) en el que te da tiempo suficiente como para disfrutar de las vistas de Viena.
En todas partes se publicita, por cierto, la posibilidad de alquilar una de estas cabinas para una cena especial o un acto relevante. Se trata de cabinas de lujo en donde te sirven una cena con velas y cosas así. Desde luego, tiene que ser gracioso, pero no está el bolsillo para estas extravagancias. Sí lo está, al menos, para disfrutar las vistas de Viena, con el Stephansdom y el Prater de fondo y todas las maravillas con las que puedes pasarlo bien en la ciudad.
Y, por supuesto, si te apetece y vas solo en la cabina siempre puedes recrear el diálogo que mantienen Holly Martins y Harry Lime en la noria, en una Viena muy diferente, más gris y adormecida que con el tiempo ha vuelto a retomar la brillantez de otras épocas.
Por cierto, si tomamos el metro de nuevo, en apenas un par de paradas desde Praterstern llegamos a Donauinsel, una pequeña isla artificial en medio del Danubio con curiosas vistas del barrio de la ONU, un llamativo faro y un lugar donde se puede nadar (en verano) y patinar (en invierno) en el marco del Gran Danubio.
2. Ondulante HundertwasserHaus
Llueve cuando nos acercamos a los apartamentos públicos diseñados por Friedensreich Hundertwasser. Es uno de los sitios más curiosos para ver en Viena y, frente a lo que nos suele gustar, es bastante reciente, de la década de los 80. Se trata de un grupo de casas que parecen salidas de un cuento, ubicadas en un distrito de Viena bastante normal que les cede todo el protagonismo. Y es que Hundertwasser y el profesor universitario Joseph Krawina planificaron unas casas coloridas y tan irregulares como el mismo suelo sobre el que se alzan.
La superficie se une a las fachadas en la extravagante sinfonía de formas. Aquí y allí surgen columnas, mosaicos y, sobre todo, árboles y arbustos. Al fin y al cabo Hundertwasser (cuyo nombre real era Friedrich Stowasser y cuyo nombre inventado significaba “Reino de la Paz con Cientos de Aguas”) destacaba precisamente por eso: por aportar singularidad a lo convencional, por romper la monotonía con tierra, barro, vegetación y color.
Hiedras y árboles (hasta 250)surgen de las fachadas y de las azoteas (por cierto, han causado más problemas de los inicialmente previstos), el edificio más alto termina en un bulbo y las ventanas irregulares campan a sus anchas en las fachadas multicolores.
Hundertwasser no cobró nada por el diseño de las Hundertwasserhaus (en Kegelgasse 36-38; www.hundertwasserhaus.info) y dejó una impronta asombrosa en la ciudad. Enfrente de las casas se sitúa la Hundertwasser Village, un pequeño centro comercial con cafés y tiendas que bien merece un paseo o una compra. Y son perfectos para ir al baño y encontrarse un escenario modernista bastante gracioso.
Los 51 apartamentos de la Hundertwasserhaus no son especialmente caros, aunque pensando en la Viena de hoy en día, no sé que entenderán ellos por barato. Estas casas no son las únicas llamativas de la zona; la KunstHausWien es también obra de Hundertwasser y se encuentra muy cerca de los apartamentos (en Untere Weissgerbergstrasse 13; http://www.kunsthauswien.com/)
Y su visita es obligatoria para los interesados en la figura de este ecléctico artista, pues se trata de una galería museo dedicada a su obra. Ese mismo artista que dijo en 1980 “(...)without an environment that is humane and without peace with nature, humane existence would not be possible. This house shall represent a first attempt of conversation with nature. We and nature shall be equal partners and none must suppress the other.”
3. En tranvía por el Ring: de la Karlskirche al Rathaus
Las antiguas murallas de Viena ya no tenían demasiado sentido en 1857. Es en ese momento cuando la ciudad se deshace de ellas para construir una infraestructura más acorde con la época que se vive, algo para que caminantes, tranvías y coches puedan recorrer en su futuro a placer rodeando el centro neurálgico de la ciudad.
Y construyen un anillo, el Ring, sobre el que se alzan portentosos edificios que pasarán a denominarse históricos. Uno de los placeres de Viena es pasear por la antigua Ringstrasse, un bulevar circular que une instituciones del poder político pero también de la cultura y el esparcimiento. Y qué mejor para recorrer el Ring que hacerlo en uno de los tranvías rojos vieneses.
Tomamos la línea 1, una de las que recorre el Ring. Viena es una ciudad como Milán, en la que se mezclan tranvías de diferentes épocas y por ello alguno de los que tomamos parece sacado de los años 50 o 60, con sus asientos de madera. El tranvía, aún siendo de noche, va abarrotado. Nosotros tomamos la línea 1 a la altura de la Karlskirche, una de las iglesias más bonitas de la ciudad.
La Karlskirche está situada en Karlsplatz, no exactamente en la Ringstrasse pero sí en una zona en la que comenzaría la modificación de la ciudad una vez que los turcos la abandonaron en 1683. En esta plaza está el Museo de Viena o el Musikverein, la sala de conciertos donde tiene lugar el famoso Concierto de Año Nuevo. La Karlskirche es asombrosamente perfecta, con sus dos columnas a imitación de la de Trajano de Roma y su gran cúpula. Fue construida en honor a San Carlos Borromeo, supuesto adalid de la lucha contra la peste que asoló Viena en 1713.
Desde la Karlskirche, el tranvía sigue hacia el centro pasando por el MuseumQuartier donde se ubican el Kunthistorisches y el Naturhistorisches del que hable hace un par de entradas.
Se trata de la zona más monumental de Viena (y mira que la ciudad en sí es un monumento). Y es aquí donde se nota verdaderamente que el Ring separa los barrios históricos donde se ubican el Hofsburg o el Stephansdom del resto. Pasados los museos se ubica el Parlamento, un edificio erigido a la mayor gloria de la democracia ateniense, con una reconstrucción asombrosa de un templo griego y una escultura preciosa de Atenea en el frontal.
Pasado el Parlamento el tranvía se dirige hacia otros dos puntos fundamentales de la iconografía vienesa, ambos cara a cara como los museos de arte e historia natural.
Se trata del Burgtheater y del Ayuntamiento, el Rathaus. El Burgtheater es un edificio enorme en el que se pueden realizar visitar para observar los frescos de Klimt que decoran algunas de sus salas. Enfrente está el Neues Rathaus, el grandioso ayuntamiento neogótico de 1883, con su altísima torre de 98 metros de altura y un caballero con armadura y lanza rematándola.
El parque que se abre frente a él es perfecto para celebrar espectáculos como el mercado navideño que disfrutamos en aquel momento, si bien es cierto que nos pareció el más flojo de todos comparado con los de la Plaza de María Teresa o los que aparecen aquí y allá por esta ciudad maravillosa.