Es una lástima que no se puedan conseguir más fotografías que ilustren la grandeza de la exposición sobre Los Etruscos que ha programado del Museo Arqueológico Nacional para ese último trimestre del año.
La mayor parte de las piezas vienen de museos de la Toscana, especialmente del Arqueológico de Florencia y han sido halladas en diferentes yacimientos etruscos, entre los que destacan Tarquinia, Vetulonia o Chiusi. En próximos viajes a Roma tenemos como imprescindible la visita a las necrópolis de Tarquinia y de Cerveteri. Inexcusable visita si se quiere conocer mínimamente la cultura de los Etruscos, uno de los pobladores de la península itálica conquistados por la cada vez más poderosa y expansionista Roma.
La exposición es impresionante. En un entorno acogedor e iluminado en su justa medida, un elevado número de piezas ubicadas en vitrinas laterales rodean elementos escultóricos de mayor tamaño en el centro de la sala. La visita se abre con un león decorativo procedente de un tumulo funerario y se continúa con, además de algunas urnas que más tarde encontrarán explicación, con el impresionante Frontón de Talamone, del siglo II a.C y que cubría con sus figuras dedicadas al mito griego de "Los siete contra Tebas" la parte superior del Templo del Dios Tinia de Talamone. Tinia era el Dios Supremo de los etruscos, equivalente a Zeus / Júpiter.
A partir de aquí, las piezas se dividen, en los laterales, en función de la época que caracterice al pueblo etrusco. De sus inicios, ubicables temáticamente en el periodo conocido como "villanoviano", entre los siglos IX-VIII a.C., destacan sobre todo las curiosas urnas cinerarias en forma de cabaña donde se guardaban los restos de la cremación de una sociedad aún no excesivamente jerarquizada.
Parte del ajuar asociado a estos enterramientos llama poderosamente la atención: yelmos, numerosas fíbulas en forma de dragón, una cantimplora de bronce muy llamativa y curiosas figuras de bigas y carros tirados por bueyes. Estos ajuares se vuelven particularmente sorprendentes cuando se sucede el periodo orientalizante etrusco, la llamada cultura de los príncipes.
La masiva importación de objetos griegos y orientales, junto con la cada vez mayor diferenciación jerarquica de la sociedad etrusca caracteriza este periodo. Muchas de las piezas de esta parte de la exposición proceden de los espléndidos ajuares funerarios de las tumbas en círculo principescas. El famoso Tridente de una de las tumbas más conocidas de Vetulonia, brillantes piezas de orfebrería en oro (muchas de ellas fíbulas con forma de sanguijuela), algunos osarios con decoraciones que recuerdan a las vasijas ibéricas, yelmos y grebas, piezas de cerámica o numerosos vasos canopes para alojar las almas de los difuntos (y sus restos incinerados).
Pero destaca entre todos ellos un enorme osario de bronce ubicado sobre una silla y con una mesa enfrente. Unos ojos y unos dados completan el ajuar (el resto, desaparecido) en una escenografía funeraria ciertamente impactante. Lamentablemente, no hay imagen disponible de este ajuar, habida cuenta de la imposibilidad de hacer fotos en la exposición.
El siguiente periodo etrusco es el arcaico (580-480 a.C.), en un momento de gran prosperidad cultural. A éste le sigue el llamado periodo clásico en el que la influencia griega es plena y la civilización etrusca comienza a tener problemas con la Roma antigua. A estos periodos pertenecen obras tran emblemáticas como la Mater Matuta de la foto inicial, del siglo V a.C. que no es sino una urna cinearia para la salvaguarda de restos.
Hay que pensar que la mayor parte de lo que se sabe de la civilización etrusca viene de lo que sobre ella escribieron los escritores romanos contemporáneos y de las piezas arqueológicas halladas en sus necrópolis. Razón suficiente para que el penúltimo periodo identificado, el helenístico, se asocie a la fabricación en serie de urnas cinerarias en numerosos puntos de la geografía del alto Lazio, Umbria y la Toscana, como Chiusi o Vetulonia. Estas urnas son muy características, llegando al tamaño de sarcófagos en los casos más espectaculares.
Sus características son siempre similares: una caja con decoración en el exterior de alguna escena mitológica o similar cubiertas con una tapa sobre la que se recuesta una figura (masculina o femenina) habitualmente con túnica y capa y con algún elemento (una pátera, un ritón, etc.).
Y al final, la romanización y la desaparición de una civilización cuyos ecos se pierden en los siglos pero que dejaron suficientes pistas como para despertar un enorme interés, al menos entre los visitantes de la exposición del Arqueológico. No hay más que ver las caras de sorpresa ante los elementos votivos que los antiguos etruscos dejaron como ofrendas y peticiones en los templos de sus urbes. Sorprenden, desde luego, los senos votivos, los órganos internos votivos, los intestinos, los falos, las manos, pies, úteros.. e incluso los bebes vendados. Ex votos anatómicos devocionales a través de los que se imploraba curación, fecundidad o cuidado de los hijos.