En 1934, el Jefe del Distrito Forestal de Santa Cruz envió una carta al Director General de Montes, Caza y Pesca para proponer "la declaración de parque nacional (...) al Macizo montañoso Central de la Isla de Tenerife". Al fin y al cabo, el Teide y Las Cañadas son formaciones volcánicas sorprendentes y ya en aquel tiempo se las consideraba de interés científico y probable atractor turístico nacional y extranjero.
El documento entró en julio de 1936 en los Archivos de Madrid y, claro, el expediente fue paralizado. Pero menos mal: en su propuesta se incluía una probable carretera que serpenteando subiera hasta lo más alto del volcán....
El Volcán... 3.717,98 metros de altitud. Una montaña enorme, omnipresente prácticamente desde toda la isla. Es el pico más alto de España y eso se nota en su espectacularidad, en su presencia, en sus vistas. Y el paisaje que le rodea genera aún más expectación.
Para llegar hay que adentrarse en el Parque Natural de la Corona Forestal, rodear las masas de pinos canarios (Pinus canariensis) que, de no saber perfectamente que acabamos de llegar a la Isla de Tenerife, podría habernos situado mentalmente en los Montes de Valsaín. La carretera zigzagea entre los pinos y poco a poco va dejándose ver el pico del Teide.
De repente, el paisaje se torna seco y agrietado. Las coladas de lava se mezclan con un paisaje volcánico de gran dramatismo y viveza. Nos encontramos ya a una altura considerable, en las llamadas Cañadas del Teide y el volcán es sorprendentemente visible.
La gran Caldera de Las Cañadas es una depresión de unos 17 km de diámetro. Está limitada al noreste, este y sur por abruptas zonas escarpadas de hasta 700 m de desnivel.
Sobre ella se asienta el Teide, por encima de los 2.000 m de altitud, exento de la influencia de la
humedad que aportan los vientos alisios y con unas
condiciones climáticas totalmente diferentes al resto del archipiélago de las Islas Canarias. La baja humedad relativa en cualquier época del año, junto con la escasez de precipitaciones, le confieren una aridez difícilmente comparable a otras áreas de montaña.
La sequedad es total. La humedad relativa en el parque es siempre baja, por debajo del 50%. La insolación (horas efectivas de sol) es una de las más altas de nuestro país. La mayor parte de Las Cañadas se encuentra por debajo de 500 litros por metro cuadrado, aunque el verdadero problema es la variabilidad en las precipitaciones: hay años con 800 l/m2 que contrastan con lo 50 l/m2 de los peores años. Las temperaturas, además, son también muy contrastadas, con cambios enormes a lo largo del día y de las estaciones.
Todo ello, unido a las especiales características de las formaciones volcánicas, dotan al Parque Nacional del Teide con un paisaje único que no por seco y aparentemente yermo no deja de ser fascinante y asombroso.
De acuerdo con la web de la Red de Parques Nacionales, "En Las Cañadas se encuentra el mejor registro de la historia del hombre en Tenerife, debido a la gran riqueza en yacimientos arqueológicos. El Teide y Las Cañadas no sólo tenían un significado espiritual para los guanches, sino que esta zona era también un recurso fundamental para la supervivencia en determinadas épocas del año. En verano se producía en estos pastos de alta montaña una concentración de ganados y pastores procedentes de toda la isla.
Los Guanches llamaban al Teide "Echeyde", que significaba "morada de Guayota, el Maligno". Según la tradición, Guayota secuestró al dios del Sol, Magec, y lo llevó consigo al interior del Teide. Entonces, la obscuridad se apoderó de la isla y los guanches pidieron ayuda a Achamán, su ser supremo celeste. El dios consiguió derrotar al Maligno, sacar al Sol de su cautiverio y taponar la boca de Echeyde. Dicen que el tapón que puso Achamán es el llamado Pan de Azúcar, el último cono que corona el Teide. Parece que la leyenda guanche coincide en el tiempo con la que fuera la última gran erupción en el mismo pico del Teide."
El Teide, que sigue activo. Pero no, no hubo erupción los días que tuvimos la suerte de coger el teleférico para visitarlo. No quiero imaginar el impacto medioambiental que provocó en su momento (1971) la construcción de este teleférico del que disfrutamos ahora todos los turistas que, ávidos de pisar el pico más alto de las Españas, nos montamos en sus pequeñas cabinas. La subida es tranquila, aunque se nota cierto vaivén (los días de mucho viento está cerrado).
Ya estamos a 3.555 metros de altitud. Comenzamos un recorrido medio que nos lleva hasta un mirador, el del Pico Viejo. A partir de aquí, y para ascender al cono terminal, hay que contar con un permiso sencillo de conseguir. La vista del Teide desde el Mirador es imponente. Y allí se cuenta con toda la información disponible sobre el magnífico volcán. El olor azufrado de los alrededores y la presencia de alguna fumarola generan el ambiente ideal para leer los textos explicativos:
"En el centro de Las Cañadas se levanta el complejo volcánico Teide-Pico Viejo, estratovolcán formado en el Pleistoceno por la acumulación de materiales durante sucesivas erupciones (coladas y piroclastos) y que permanece aún activo, hecho confirmado por la alta actividad de las fumarolas en el cráter sumital. El Teide culmina en un cono de color claro cuyo cráter tiene 80 m de diámetro y una altura máxima de 3.717,98 m, siendo el lugar más alto de España y de todos los archipiélagos atlánticos. Pero no siempre ha tenido el mismo aspecto. En época de los romanos era más bajo, de color más claro y no terminaba en forma picuda sino redondeada.
Durante la Edad Media tuvo lugar una erupción que duró varias décadas durante las cuales se expulsaron las lavas negras del Teide, que es cuando alcanzó su altitud actual. Según relata Fernando de Colón en su libro "Historia del Almirante", cuando las carabelas pasaron cerca de Tenerife, el 24 de agosto de 1492, en su escala en La Gomera camino de América, vieron salir grandes llamaradas de la montaña más alta de todas las islas. En 1798 se produjo la que fuera última gran erupción dentro de los límites del Parque Nacional y que formó las llamadas Narices del Teide. Durante tres meses, salieron 12 millones de metros cúbicos de lava por una grieta orientada en dirección noroeste-suroeste en las laderas de Pico Viejo, conocido también como Montaña Chahorra."
Paseamos por el Sendero llamado de Telesforo Bravo por un importante geólogo tinerfeño.
Nos llama la atención la variedad de colores de las lavas, la estructura pedregosa y cortante de los pedregales, la existencia de extrañas formaciones de hielo con formas enhiestas, el generalizado olor sulfúrico del volcán dormido.
Es posible que pasara por aquí mismo el mismísimo Alexander von Humboldt, primer naturalista que estudió la flora del Parque, que pasó el invierno de 1799 a 1800 en Canarias. Pocos años más tarde, Charles Darwin lamentó profundamente no poder acceder al Teide por la cuarentena que le era solicitada al Beagle para atracar en Tenerife.
Volvemos sobre nuestros pasos. Dejamos atrás fumarolas y las negras lavas de la última erupción. Seguimos por un camino que cruza los campos de irregulares formas de las escorias volcánicas.
Desde lo alto de la estación del Teleférico hay unas magníficas vistas de Las Cañadas del Teide. Una panel nos explica que antiguamente ese paisaje lo conformaba un gigantesco volcán, hoy desaparecido. Hace 170.000 años un colosal derrumbamiento (provocado probablemente por algún tsunami de enormes proporciones) "decapitó" la cumbre de la isla. El deslizamiento dejó una gran depresión abierta hacia el mar (las Cañadas) y cubrió con un caos de rocas el fondo del océano.
Posteriormente, una renovada actividad volcánica elevó el Teide y el Pico Viejo en gran parte de la depresión antigua.
Durante la bajada, así como en la base del volcán llaman nuestra atención las coloridas flores de algunas especies vegetales que rompen la monotonía geológica del Parque Nacional. Rojos tajinastes (Echium wildpretii), amarillas hierbas pajoneras (Descurainia bourgeaguana), rosadas tonáticas (Nepeta teydea). Numerosos lagartos tizones (Gallotia galloti) corretean entre piedras y plantas. Es curioso el elevado número de lagartos que pueblan el Parque y, en general, la Isla de Tenerife. A todo ello dedicaré la siguiente entrada de este blog.
Merece la pena acercarse al Parador Nacional para comer, tienen unas papas arrugadas con mojo verde o rojo y un almogrote de la Gomera excepcionales. El Parador, además, está prácticamente al lado de uno de los sitios más populares y visitados del Parque Nacional: los Roques de García. Se trata de una alineación de peculiares formaciones rocosas, restos de la antigua cumbre de la isla, antes de que se formase la caldera de Las Cañadas, y que el agua y el viento se han encargado con el paso de los siglos de ir dando caprichosas formas. Muchos los recordamos del antiguo billete de mil pesetas. En Canarias, la denominación "roque" hace alusión a una figura vertical que destaca en el paisaje y que por lo general está asociada a magmas ácidos que por la erosión generan pitones.
Desde el mirador cercano a la carretera de acceso se divisa la espectacular formación rocosa y el valle de Ucanca, la mayor cañada del Parque Nacional. De acuerdo con la documentación técnica: "El perfil aserrado de Los Roques es debido a la diferente resistencia a la erosión de los materiales que los componen: diques y pitones fonolíticos, de gran resistencia mecánica, y rocas alteradas hidrotermalmente que son desmanteladas con facilidad por los agentes erosivos (agua, viento, hielo)."
En definitiva, los Roques de García son una agrupación de grandes bloques y agujas de roca, muy erosionados a causa del viento, la lluvia y los cambios de temperatura. En los Roques de García el protagonismo lo toma el llamado Roque Cinchado, que es precisamente la excepción geológica de la zona. El roque Cinchado no es un pitón sino la acumulación de sucesivas capas de materiales que por erosión diferencial debida a sus características y a diferentes procesos geomorfológicos se han ido disponiendo en diferentes tonos, formas y grosores en la figura más conocida del Parque Nacional del Teide.
Muy cercano al Roque Cinchado se ubica un ejemplo perfecto de pitón, la llamada "Catedral". Un panel cercano informa con sencillez de la especial historia de su formación: en una erupción, para la creación de un domo fonolítico, la roca de la chimenea eruptiva estaba fundida. Después de la erupción, el magma solidifica, enfriándose muy lentamente. Al contraerse la roca se formaron fisuras con forma de prisma. Mucho tiempo después, la erosión destruyó la masa del volcán dejando la súper resistente roca de la antigua chimenea del volcán sobresalir del suelo agrietado y seco.
El paisaje desde la Catedral es precioso. Se trata del Llano de Ucanca y en él se distinguen no sin cierta atención sedimentos (área más a la izquierda de la foto), islotes de rocas antiguas (más oscuros, en el centro), pitones fonolíticos como La Catedral y las coladas emitidas por el Volcán Pico Viejo en la mayor parte del valle.
Es este un lugar prodigioso para observar fauna. En pocos minutos lagartos tizones, bisbitas camineros y algún cernícalo se dejaron ver con pasmosa facilidad. Las amarillas retamas del Teide y los rojos tajinastes contribuyen a paliar el abigarrado abanico de pardos amarillentos que protagonizan los paisajes del Parque.
Llamativo también es el paisaje de coladas fonolíticas. Aquí los tajinastes se las tienen que ver con una espectacular formación geológica. En este caso, el magma que el volcán escupe es muy viscoso y su salida por el cono volcánico no es fácil. Fluye con dificultad y se acumula en la boca, aumentando de volumen al tiempo que la corteza se enfría y solidifica. Al romper la corteza del globo magmático, este fluye ladera abajo sin orden y atropelladamente, fragmentándose la corteza en un caos de bloques.
Este singular paisaje se observa desde un mirador específicamente dedicado a los Tajinastes, especie característica del Parque del Teide y, en general, de la Isla de Tenerife.
Uno de los protagonistas de la siguiente entrada, centrada en la flora y la fauna de la isla tinerfeña.