28 de febrero de 2010

11 cosas que hacer en Ámsterdam

P1190215 1. Distinguir los tipos de casas de los canales

Hemos pasado unos días maravillosos en Ámsterdam, días de nieve y de frío pero de sol y paseos por entre los canales de la tradicionalmente llamada Venecia del Norte. La verdad es que Ámsterdam no necesita comparaciones, es una ciudad bellísima e interesante por sí misma. Recorrer los canales a pié, en barco o en bicicleta es un placer.

El paisaje es repetitivo: casas estrechas, altas, de colores apagados, muchas veces inclinadas hacia delante, con estructuras diferentes y aspectos diferentes dentro de su similitud. Es, precisamente, ese rutinario paisaje de casas semejantes la que proporciona su encantador carácter a la ciudad holandesa. Los turistas tratan de hacerse con la foto perfecta, esa en la que las alargadas fachadas se reflejan en el agua de los canales.

P1190222Muchas de ellas guardan en su último piso una polea con la que en su momento izaban los muebles y los materiales que almacenaban en los pisos superiores. En la actualidad, pasada ya la época en la que Ámsterdam tuvo el privilegio de ser una de las ciudades de negocios más importantes del mundo, éstas poleas siguen sirviendo para hacer las mudanzas de los elegantes propietarios que las habitan.

Por cierto, en la alocución del barco nos cuentan los tipos característicos de las terminaciones de las fachadas superiores. Las más antiguas son las que terminan en pico; la fachada en escalera es también bastante antigua pues fueron las más habituales del siglo XVII. Otras fachadas que convivieron con éstas son las llamadas “de cuello” y “de campana” también del siglo XVII para finalizar con las más actuales, las de estilo italiano de cornisa recta (si es que actual se puede considerar el siglo XVIII).

P1190227 2. Sobrevivir a las bicicletas (y a los tranvías)

El Canal Singel, el primer canal de circunvalación de la ciudad y una de las avenidas más importantes de Ámsterdam, puede ser recorrido en barco, a pié o en bicicleta.

P1180512La bicicleta es la verdadera ama y señora de la ciudad, el tráfico de coches no está demasiado congestionado, pero los ciclistas no dejan de pasar, mucho más que en otras ciudades del norte de Europa (por cierto, que detrás de la bici de la foto se sitúa el típico poste con las tres equis del escudo de Ámsterdam que representan la fortaleza, la determinación y la compasión).

P1190126Quizá pudiéramos haber alquilado una bici, es un negocio al alza, pero el frío de febrero nos parecía demasiado cortante como para afrontarlo (algo que no debieron pensar los miles de ciclistas que pululan por Ámsterdam a cualquier hora y que dejan sus bicis aparcadas donde pueden (o les dejan).

El tráfico de bicicletas comparte la calle con el tranvía, un modo fácil de recorrer la ciudad, pero un método caro, muy caro. Si no tienes la I amsterdam Card, la broma te puede salir por 2,5 euros el viaje.

3. Seguir los pasos de Rembrandt en la Ámsterdam del Siglo de Oro

Ámsterdam forjó su importancia en el siglo XVII, una vez finalizada la guerra con España (de la cual se beneficiaron gracias a los problemas de Amberes o Rotterdam). Entre 1600 y 1700 Ámsterdam vive su Siglo de Oro, atrayendo a lo mejor de la sociedad de aquel tiempo.

Desde Leiden llegó Rembrandt van Rijn, pintor de pintores, dejando una herencia inolvidable de obras maestras y escenas de una vida que se pueden seguir en la Ámsterdam de hoy. Me quedo con tres a título de ejemplo:

P1180545- La soberbia “La compañía militar del capitán Frans Banning Cocq y el teniente Willen van Ruytenburg”, conocida a través de los años como “La Ronda de Noche”, admirablemente expuesta en el gran museo del arte de Ámsterdam, el Rijsmuseum que, como está en obras, reúne sus obras maestras en una Exposición inolvidable. La Ronda de Noche ocupa el lugar más importante de la colección.

P1180755-  La tumba de Saskia, la mujer de Rembrandt, escondida entre las tumbas de la Oude Kerk, la iglesia más antigua de la ciudad y que se halla en medio del actual Barrio Rojo.

- Y, por supuesto, Rembrandthuis, la casa en la que el genio vivió los mejores años de su vida y que compró en 1639 gracias al dinero de Saskia.

Gracias al inventario que se hizo en el momento de su subasta (Rembrandt se arruinó) la Casa ha sido perfectamente reconstruida con todo lo que en su interior se hallaba (incluidos los hallazgos de su pozo ciego). Los grabados de Rembrandt también están aquí representados.

P1180772 4. Visitar el “Ámsterdam” en el Puerto

Un velero de tres palos de la Compañía de las Indias Orientales, aquella que logró convertir a Ámsterdam en lo que fue en el Siglo de Oro, está atracado delante del Museo de la Ciencia de la ciudad, el NeMo, mientras el Museo Marítimo está en obras.

Renombrado como “Ámsterdam” esta copia del “East Indiaman” ofrece la posibilidad de recorrer un barco de los de antes, de los de Jack y Stephen, del Castillo de popa al bauprés de proa. Desde las estancias del capitán hasta los cañones, sitos en los mismos lugares donde los marineros pondrían sus coyes para descansar.

P1190149 Mientras, sus mujeres llorarían los meses que les alejarían de ellas, cuando estos barcos surcasen los mares en busca de los productos que las Compañías de las Indias Orientales y de las Indias Occidentales decidieran que había que comprar y vender. Desde la llamada “Torre de las Lloronas”, de 1480, se asistía a la partida de barcos que quizá nunca volverían.

5. Hortus Botanicus

P1180654 Bueno, algunos de esos mismos marineros sí volvieron y trajeron consigo especies vegetales que, en adelante, se extendieron por el mundo a partir de los plantones generados en el Jardín Botánico de Ámsterdam, el Hortus Botanicus donde se cultivaron todas estas plantas. Entre ellas, por ejemplo, el Café o la Palma de Aceite.

Fundado en 1638, el Jardín guarda algunos tesoros como una Welwitschia del desierto de Namibia (con sus dos largas y únicas hojas) o un par de Cycadáceas extremadamente antiguas, como el Encephalartos de la foto, de más de 300 años de edad.

6. Protestantes vs. Católicos

P1190114 El fundamentalismo religioso es la base del horror. Y aunque Ámsterdam siempre se ha relacionado con la liberalidad y la aceptación del diferente, en el siglo de Oro los católicos fueron reducidos a la mínima expresión. Aunque la ciudad se mostraba cercana a los judíos, los protestantes acabaron con casi todas las muestras de religiosidad tradicional (por otra parte, muy asociada al recientemente expulsado invasor español).

Por la ciudad se pueden encontrar aún evidencias de la religión papal, desde las escondidas iglesias sitas en los desvanes de las casas de feligreses del XVII al precioso Begijnhof, un patio tranquilo, rodeado de casas del Siglo de Oro (entre las que se encuentra la más antigua de Ámsterdam) recuerdo de un antiguo beguinaje de 1665 en el que una comunidad de feligresas católicas ayudaban a todo aquel que lo necesitaba.

P1180522 La furia iconoclasta de 1566 acabó con la decoración de la mayor parte de los interiores de las iglesias del momento. P1180532

La Oude Kerk, la Iglesia más antigua de la ciudad guarda pocas cosas en su interior (aunque su visita es también imprescindible), si bien las tallas de los asientos del coro aún llaman poderosamente la atención.

En el otro lado, la Western Kerk, la Iglesia de la zona Oeste, proclama su importancia gracias a la Corona imperial que Maximiliano de Austria concedió a la ciudad. Simplicidad de formas, elegancia, austeridad: las líneas maestras de la estética protestante. P1180590 7. La Casa de Atrás

Y eran precisamente las campanas de la Western Kerk las que Anna Frank oía desde su escondite en la Casa de Atrás. Tanto la Iglesia como su Casa se encontraban mirando a uno de los Canales más importantes de la ciudad, PrinsenGracht (el de los príncipes, por encima del de los Emperadores y el de los Señores). Tan buena ubicación le sirvió al padre de Anna, Otto Frank para establecerse como importador de especias en la empresa Opekta. Durante lo peor de la guerra, entre 1942 y 1944 Otto, Anna y su familia, judíos, tuvieron que esconderse en la parte de atrás de las oficinas.

P1180587 La Achterhuis es ahora uno de los iconos de la ciudad, con colas para entrar interminables, convirtiendo un espacio hecho para esconderse en el más visitado de Ámsterdam.

Por descontado que es emocionante. Por descontado que se aprende. La Casa de Anna Frank se convierte muy a su pesar en un lugar inolvidable, a pesar de que en su interior habita el vacío y el horror junto con la esperanza, la vida y la muerte.

8. Van Gogh también está aquí

Otra de las principales personalidades de los últimos siglos, el confuso y mítico Vincent Van Gogh encuentra acogida a una gran parte de su obra en el Van Gogh Museum de Ámsterdam.

Archivo:Vincent Willem van Gogh 058.jpg

Más de 200 cuadros del autor reunidos en un Museo moderno, fácil de visitar y ver, en el que se aprende a valorar la figura del principal de los pintores postimpresionistas (aunque él no supiera nunca que lo llegaría a ser). Desde Los comedores de Patatas de sus comienzos al complejo y doloroso Campo de Trigo con Cuervos, previo a su muerte, acaecida en ese mismo campo de trigo cuando Vincent Van Gogh se pegó un tiro en la sien.

P1190195Los viernes por la tarde hay espectáculo: música para ambientar el deambular por un museo basado en una única figura y que satisface las expectativas puestas en él.

9. Comer en Ámsterdam comida holandesa …

… se antoja difícil. La ciudad está cubierta de restaurantes italianos, turcos, españoles, chinos… pero es complicado hallar un restaurante con comida auténticamente holandesa. Hemos oído que la cocina tradicional no está bien representada. Por eso nos dirigimos a De Roode Leeuw (http://www.restaurantderoodeleeuw.nl/), un restaurante situado en la calle más importante de Ámsterdam, la DamRak, a probar algunos platos.

El experimento no tuvo demasiado éxito, mucho pescado (marinado, ahumado o frito) y, como estrella, un mixto Hodge Podge de bacon, salchicha, carne, zanahoria, patata y cebolla que, la verdad sea dicha, me encantó (y muy bien servido, por cierto, aunque sin prisa).

10. El famoso Barrio Rojo

P1190095 A fuer de ser sincero, las prostitutas del famoso barrio rojo de Ámsterdam no están de muy buen ver. Es una opinión un tanto machista, pero es lo que hay. Símbolo de libertad y liberalidad, el Barrio Rojo inaugurado en 1968 sirve para atraer un número ingente de turistas que se acercan a curiosear y del que dudo mucho que las prostitutas (a quienes no se pueden hacer fotos) saquen mucho rendimiento. Es decir, se tiende a mirar, no a tocar.

Los que sí tienen más éxito son los múltiples Coffie Shops repartidos por toda la ciudad, establecimientos donde no se vende café, precisamente. El permanente olor de la marihuana señala estos sitios como los puntos de venta habitual, permitida también en esta maravillosa ciudad donde se debería aprender que prohibir está muchas veces más cerca de la degradación y la persecución mientras que la permisión tiene muchas más ventajas. Por cierto, en la habitación de nuestro precioso Hotel Estheréa (http://www.estherea.nl/) estaba prohibido fumarla para evitar dejar la habitación como un fumadero de marihuana.

11. Comprando tulipanes en Bloemenmarkt

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Es de sobras conocido, que la crisis económica que ahora padecemos no ha sido la única. Una de las primeras y mejor documentadas fue precisamente la Crisis de los Tulipanes, una de las más fuertes burbujas especuladoras basada en la belleza de estas preciosas flores traídas de Asia Menor.

Aunque los efectos de la misma duraron mucho más allá del siglo XVII, con familias arruinadas que habían vendido sus casas y posesiones a cambios de “valiosos” bulbos de tulipán, esta flor sigue siendo el reflejo en el que se mira la ciudad. En el mismísimo canal Singel, aprovechando parte de la calle y algunas barcazas del canal (de las que no están dedicadas a vivienda barata) se dispone el Bloemenmarkt, el Mercado de las Flores, donde nos hicimos con 100 bulbos de tulipanes variados por sólo 4,99 €. Una ganga en una ciudad bastante cara.

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Una ciudad cara de la que enamorarse y de la que guardaremos el recuerdo de gaviotas patinando sobre los helados canales a los que se asoman las casas de aquellos holandeses que pusieron en marcha en el siglo XVII un nuevo modelo de sociedad, basado en el trabajo, los negocios y la libertad.

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