“El Diario de Ana Frank” no es un libro para niños. O al menos a mí no me lo parece. Y no me refiero a los aspectos sexuales anatómicamente explícitos o a los ataques continuos de nuestra chica a los que convivían con ella en el escondite.
No, esos aspectos son muestras de la veracidad del Diario (alguna vez puesta en duda por los habituales pirados). A lo que me refiero es que no se si un niño de hoy en día podría entender con facilidad lo que el Diario de Ana proporciona: una mezcla emocionante de divertimento y terror.
Acostumbrados a que en nuestra sociedad mediática se banalicen la muerte o el miedo y que los héroes tengan que actuar pistola en mano, el Libro de Ana no parece más que un cuentecillo donde se nos narran momentos rutinarios, discusiones familiares, amoríos románticos y pensamientos bienintencionados escritos por una adolescente de 13 años.
Pero esa adolescente va creciendo. Como le pasa a muchas chicas, Ana se considera más mayor que lo que su edad indica. Es una chica lista, bromista, un poco pedante y creidilla pero fascinante y encantadora. Ana, que siempre dirige sus palabras a una amiga inventada (Kitty) poco a poco va madurando, física y mentalmente; en personalidad y en literatura. Llega un momento en que las entradas al diario ya no van firmadas por “Tu Ana” sino por “Ana M. Frank”, un cambio sutil pero decisivo.
Y es entonces cuando comienzas a entender que lo que lees no es una aventura ni un drama teatralizado, es una historia real, donde los héroes tienen problemas de estómago y tienen miedo, pero arriesgan sus vidas ocultando a una familia en un escondite para que no forme parte del holocausto; donde las víctimas no son números ni nombres, son reales, son personas que sufren y sienten.. que sufren al vivir encerradas pero también sufren por la injusticia que en la que se ha convertido su vida. Dice Ana el viernes 29 de octubre de 1943:
Mis nervios no siempre consigo dominarlos, sobre todo los domingos me siento muy desgraciada. Los domingos reina aquí en casa una atmósfera deprimente, aletargada y pesada; fuera no se oye cantar a ningún pájaro; un silencio sofocante y de muerte lo envuelve todo, y esa pesadez se aferra a mí como si quisiera arrastrarme hasta los infiernos. Papá, mamá y Margot me son indiferentes de tanto en tanto, y yo deambulo por las habitaciones, bajando y subiendo las escaleras, y me da la sensación de ser un pájaro enjaulado al que le han arrancado las alas violentamente y que en la más absoluta penumbra choca con los barrotes de su estrecha jaula al querer volar. Oigo una voz dentro de mi que me grita: “¡Sal fuera, al aire, a reír¡”. Ya ni le contesto; me tumbo en uno de los divanes y duermo para acortar el tiempo, el silencio y también el miedo atroz, ya que es imposible matarlos.
Antes de visitar la Achter Huis de Prinsengracht, 263 en Ámsterdam mi conocimiento sobre Ana Frank era limitado. La niña judía que escribió un diario mientras estaba escondida de los nazis. Quiero creer que eso todo el mundo lo sabe.
Cuando visitas la Casa Museo (donde las colas de entrada suelen ser de impresión), recientemente restaurado, te das cuenta de que han tratado de evitar el sensacionalismo y el fetichismo. Hay muy pocos objetos reales de la vida de Ana Frank, las habitaciones no están reconstruidas y apenas quedan evidencias de la presencia de 8 personas aterradas en la falsa casa de atrás de Prinsengracht 263.
En su lugar, la Casa Museo está muy bien preparada para entender lo que realmente pasó allí: Ana Frank no es sino la guía de lujo que nos introduce en un mundo terrorífico del que no han pasado más que setenta años. No dejan hacer fotos en su interior, por supuesto. Las salas suelen estar decoradas con retazos del diario de Ana y recogen aspectos de su vida y de la de los otros 7 escondidos y sus protectores. Mientras tanto, se narran las vicisitudes de los perseguidos en aquella guerra maldita marcada por el régimen totalitario nazi.
Es 1942 y Ámsterdam, como el resto de Holanda, Francia, Polonia o Austria está ocupada por los alemanes. Hasta allí ha huido la familia Frank, judíos que se sentían alemanes (Otto Frank había luchado con Alemania en la Primera Gran Guerra) y que ahora, adoptados por los holandeses vivían felices en la ciudad de los canales. Una vez ocupada Holanda, los alemanes trasladan aquí su modo de gobierno, incluyendo la persecución a los judíos. Éstos no puede coger el tranvía, no pueden acceder a centros de ocio, no pueden visitar amigos cristianos, no pueden estar en la calle más allá de las ocho de la tarde, no pueden tener sus propios negocios, no pueden hacer la compra sino en las dos horas reservadas para ello, tienen que llevar la estrella de David cosida a su ropa, no pueden estudiar con el resto de niños, no pueden vivir. Y, de hecho, no les van a dejar vivir.
Margot, la hija mayor, recibe un día la temida citación para presentarse en un Campo de Trabajo nazi. Esto adelanta la decisión que ya habían tomado los padres de Margot y Ana: esconderse en una vivienda falsa construida en la parte de atrás de la Casa que servía a Otto Frank como sede de su antigua empresa Opekta. Sus colaboradores en esta empresa les ayudarán a ello.
Durante dos años y medio 8 personas conviven en una casa falsa resguardada de las miradas pero siempre con el riesgo de ser descubiertos. En la Casa de Atrás convive la familia Frank con la familia Van Peels (socios de Otto Frank) y el dentista Fritz Pfeffer. La convivencia es dura y Ana, sobre todo al principio, no deja títere con cabeza. Sus críticas para con todos son ácidas y recurrentes. Las más sorprendentes son las que se refieren a su madre, a quien continuamente manifiesta que no la considera como tal y que no la quiere.
Pasan los años, entran ladrones, la comida escasea, los amigos del exterior son deportados, los protectores lo pasan mal, las lecturas y los estudios se concatenan, Ana se enamora del hijo de los Van Peels…. todo ello siempre reflejado en el Diario que sirve de escape a Ana Frank.
Algunos días son demoledores; 3 de febrero de 1944: “He llegado al punto de que me da lo mismo morir que seguir viviendo. La Tierra seguirá dando vueltas aunque yo no esté, y de cualquier forma yo no puedo oponer ninguna resistencia a los acontecimientos. Que sea lo que haya de ser, y por lo demás seguiré estudiando y esperando que todo acabe bien”.
Su forma de escribir mejora día a día. 1944 tiene muchas entradas y la mayoría presumen de una calidad y recogen tales reflexiones que evidencian la madurez de Ana Frank en el transcurso de los años;
17 de marzo de 1944: “Aunque sólo tengo 14 años, sé muy bien lo que quiero, sé quien tiene razón y quien no, tengo mi opinión, mi modo de ver y mis principios, y por más extraño que suene en la boca de una adolescente, me siento más bien una persona y no tanto una niña, y me siento totalmente independiente de otra persona.”. Aún así, Ana no deja de pensar que la vida puede continuar, hace planes para el futuro, estudia de todo (sus favoritas: la historia y la mitología) y trata de ver con optimismo una situación que dista mucho de acabar bien; 5 de abril de 1944: “Yo misma soy mi mejor crítico, y el más duro. Yo misma sé lo que está bien escrito, y lo que no. Quienes no escriben no saben lo bonito que es escribir. Y si llego a no tener talento para escribir en los periódicos o para escribir libros, pues bien, siempre me queda la opción de escribir para mí misma. Pero quiero progresar; no quiero imaginarme que tuviera que vivir como mamá, la señora Van Peels y todas esas mujeres que hacen sus tareas y que más tarde todo el mundo olvidará. Aparte de un marido e hijos, necesito otra cosa a la que dedicarme. No quiero haber vivido para nada, como la mayoría de las personas. Quiero ser de utilidad y alegría para los que viven a mi alrededor aún sin conocerme, ¡Quiero seguir viviendo aún después de muerta¡ Y por eso le agradezco tanto a Dios que me haya dado desde que nací la oportunidad de instruirme y de escribir, o sea, de expresar todo lo que llevo dentro de mí. Cuando escribo se me pasa todo, mis penas desaparecen, mi valentía revive. Pero entonces surge la gran pregunta: ¿podré escribir algo grande algún día? ¿Llegaré algún día a ser periodista o escritora? ¡Espero que sí, ay, pero tanto que sí¡".
El 4 de agosto de 1944, por la mañana, un sargento de las SS alemanas entró en la Casa de Atrás. Es posible que nunca se conozca al delator que permitió descubrir a los 8 judíos escondidos cuyas vidas acabaron en las más tristes de las posibilidades, desde la Cámara de Gas (Hermann Van Peels), la inanición (la madre de Ana), el agotamiento (Peter Van Peels) o el tifus y las condiciones infrahumanas de los campos (en el caso de Ana y su hermana Margot). En siete meses acabaron las vidas de 7 personas (junto a otros millones más, por supuesto) que habían luchado por sobrevivir escondidos y cuyo único crimen fue ser, aparentemente, diferentes. Sólo sobrevivió Otto Frank, el padre de Ana, a quien al volver sin sus hijas Miep Gies (una de las protectoras de la familia que ha fallecido en enero de este año a los 100 años), entregó el diario de Ana, que había recuperado de la casa antes de que todo desapareciera. http://www.annefrank.org/content.asp?PID=908&LID=4.
Lo demás, ya se sabe, publicación de una versión reducida del diario, películas, obras de teatro, internacionalización del caso Ana Frank… la vida recluida y difícil de una chiquilla marisabidilla pero fascinante para a ser símbolo de la dignidad humana frente a los totalitarismos. Se convierte en una voz que, asfixiada en vida se convierte en un mensaje desde la muerte: no seamos tontos, todos somos iguales y la vida consiste en tratar de ser mejores sin hacer a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros.
Al lado de Prinsengracht, 263 las mismas campanas de la Westernkerk que tranquilizaban a Ana Frank (las que sustituyeron a las que fundieron para la guerra, al menos) siguen sonando. Mientras las gaviotas sobrevuelan los cielos azules de una Ámsterdam que, en teoría es la misma que Ana veía desde la acristalada buhardilla de la Casa de Atrás, pero que ha convertido el lugar más escondido en el más visitado. Algo habrá cambiado en la conciencia de todos, espero. http://www.youtube.com/annefrank