Siglo XVII: El siglo de oro holandés supone el ascenso de la clase media, de la burguesía de una sociedad mercantil incipiente que quiere hacerse notar. A partir de 1580 la demanda de obras de arte comienza a ser elevadísima. Todo el mundo quiere tener una pintura en su hogar, caras obras de arte en las casas de los más ricos propietarios; pinturas más humildes en casa del carnicero o el pescadero. Más de 5 millones de obras de arte se cree que fueron pintadas en la Holanda del siglo XVII.
Principios del siglo XXI: el Museo más importante de Ámsterdam guarda las obras maestras, las más importantes pinturas de esa época y las expone, todas juntas, aprovechando que está en plena fase de restauración. Se trata del Rijksmuseum de Ámsterdam y la visita a la Exposición “The Masterpieces” es un lujo.
El Museo está en obras. La magnífica fachada, tan característica del Rijksmuseum, está tras los andamios que se supone convertirán el edificio en toda una novedad. Por eso aprovechan el patrocinio de grandes empresas como Philips para nominar partes del Rijksmuseum ya finalizadas. Pues bien, en el Ala Philips se ubica la colección de obras maestras del Siglo de Oro Holandés que tanto nos hizo disfrutar.
La ingente cantidad de obras de arte facilitó que los pintores se especializasen: retratos, paisajes, escenas de interior, escenas cómicas… Para ello no sólo hacían falta pintores, también marchantes de arte. Los dos más grandes pintores de la época también lo fueron: Rembrandt y Vermeer.
A pesar de ser uno de los pintores más famosos del Siglo de Oro, Johannes Vermeer nunca se hizo rico y dejó para la posteridad apenas 35 obras. De ellas, la famosa Joven de la Perla están en La Haya. En el Rijksmuseum la estrella es La criada, de 1658.
Es una escena de interior. Vermeer (igual que su compatriota Pieter de Hooch) se especializó en interiores sólo que las figuras humanas (habitualmente mujeres) de sus interiores terminan llamando más la atención que el espacio que habitan. En este caso, Vermeer aborda con igual maestría el ventanal roto, la sombra de los clavos en la pared o la textura del pan (lo hace más crujiente sumando brillo con pinceladas gruesas que reflejen más la luz) que a la propia criada, vestida con colores llamativos y centrada en verter la leche. Hay otras obras del pintor de Delft en el Rijksmuseum.
La Joven leyendo una carta (prodigiosos azules y ocres) o la escena de Casas de Delft son pequeñas obras que reflejan el entorno diario de los burgueses holandeses que se las solicitaban.
Mientras Vermeer y de Hooch se especializaron en los interiores, otros artistas eligieron los paisajes. Y el más llamativo de todos fue Hendrick Avercamp quien consiguió que los paisajes invernales fueran para siempre asociados a su persona. Paisaje invernal con diversión en el hielo, de 1609, es uno de sus lienzos más famosos y más conseguidos.
Es pleno invierno y los canales están helados (nosotros sabemos qué es eso); árboles sin hojas, nieve, frío… pero no tanto frío como para no salir a trabajar o a divertirte. El hielo tiene, en este caso, una enorme capacidad de atracción para jóvenes y viejos, ricos y pobres, gentes del campo y de la ciudad. Decenas de figuras humanas comparten un mismo paisaje helado; unos patinan, otros pasean, mientras uno carga con un fardo otros charlan descuidadamente sobre el hielo. Un caballo tira de un trineo, un hombre se ha caído y los niños juegan por todas partes. Pero es que, además, hay muchas otras cosas por descubrir en esta maravilla.
Hay una pareja haciendo el amor en el almiar, un campesino está cagando en el retrete (si es que se le puede llamar retrete a una barca puesta de canto), unos pescadores hacen un agujero en el hielo para pescar. Situaciones más o menos habituales entre los campesinos pero que para los compradores, gentes de la ciudad, se convierten en anécdotas divertidas.
Y de anécdotas divertidas se nutrió Jan Steen (1626-1679) otro magistral pintor del siglo de oro holandés y al que ya mencioné entre las obras maestras de la National Gallery de Dublín. En este caso, en casa, Steen demuestra su maestría en la disposición de los personajes y en la narración de la historia.
“El que es bueno recibe cosas ricas, el que es travieso, el azote” dice el texto de una canción dedicada a la fiesta tradicional de San Nicolás, quien la noche del 5 de diciembre deja regalos en los zapatos de los chavales.No a todos, claro, los niños malos reciben un manojo de ramas para darles una azotaina. En el cuadro, el hermano mayor llora al recibir el manojo, su hermano pequeño señala el asunto riéndose con la sirvienta. Él sí ha recibido un regalo (un palo de kolf, el hockey holandés, y su hermana también, una muñeca y un cubo de golosinas. Steen era un maestro de las escenas domésticas, como demostraba una y otra vez en las muchas obras que tiene repartidas por los museos europeos.
Y si seguimos con especialidades pictóricas, cómo no incluir a Frans Hals, uno de los maestros del retrato. De acuerdo con wikipedia, “Aunque la obra de Hals fue muy demandada durante su vida, tuvo graves dificultades financieras, no se sabe si por una vida disoluta o por tener que mantener una gran familia tras un segundo matrimonio con una mujer humilde. Además de pintar, trabajó como marchante, restaurador de arte y maestro de pintura.”
El caso es que el “Retrato matrimonial de Isaac Massa y Beatrix van der Laen”, de 1622, es inusual. Massa era un hombre culto: diplomático, comerciante, historiador y cartógrafo, seguro que dio indicaciones a Frans Hals acerca de su retrato matrimonial con Beatrix, hija del alcalde. Mientras que generalmente se retrataba a las parejas de forma independiente, formal y grave, Hals opta por este retrato en el jardín, con los esposos juntos, sonriendo, él con la mano en el corazón y ella enseñando su anillo de casada. Al lado de Isaac, el cardo símbolo de la fidelidad de los maridos; al lado de Beatrix, la hiedra símbolo del amor y el cariño.
Muchos de éstos artistas hacían pinturas por encargo. Y no podían dejar pasar la oportunidad para identificar sus intereses. Adriaen Pietersz Van de Venne era especialista en alegorías y pinturas de género con moralejas de por medio. Y con “La pesca de almas”, de 1614, se retrató a sí mismo con un lienzo muy curioso.
En este río hay pescadores atareados en sacar del agua a unos náufragos. Curiosamente, hay cientos de mirones a cada lado del río. “Venid, seguidme, y yo os haré pescadores de hombres” se dice en la Biblia que Jesús dijo a sus discípulos. Y aquí están representantes de las dos iglesias cristianas del momento, protestantes y católicos, recogiendo almas del río. A la izquierda, por los protestantes, Mauricio de Nassau, estatúder de los Países Bajos y el príncipe Federico Enrique. A la derecha, por los católicos, el Archiduque Alberto y su esposa Isabel, el capitán Spinola y el Papa.
En la parte protestante los árboles están en flor, enfrente están marchitos. Los protestantes pescan sirviéndose de la Biblia, la fe, la esperanza y el amor (se detalla en las redes). Los católicos pescan con cantos y vasos sagrados. El pintor no sólo se retrata con la intención, se autorretrata entre las gentes que apoyan a los Orange. Hay un gran moscardón cerca de la barca principal: es una broma del autor.
Por último, paisajes. Jacob Van Ruisdael dejó una inolvidable escena en “El molino de Wijk bij Duurstede”, de 1670.
Aunque el molino era un edificio más en la época, Van Ruisdael, que solía pintar paisajes inventados, se dio cuenta de que este paisaje merecía la pena (la iglesia sigue existiendo). Lo que sí cambió fue la puerta de entrada a la ciudad, que sustituyó por tres mujeres paseando en el impresionante paisaje.
El Rijsmuseum también cuenta con un buen número de obras de arte no asociadas a la pintura. Y uno de los más llamativos es la Casa de Muñecas de Petronella Oortman. A escala 1:9, la casa de muñecas de esta esposa de un rico comerciante se convirtió poco menos que en una maravilla del mundo del siglo XVII.
Cada objeto se realizó con el material con el que se hacía el de tamaño natural. 700 objetos en miniatura que, además, funcionaban: la bomba de la cocina, la fuente del jardín… los libros de la biblioteca estaban escritos, los armarios llenos de ropa, las muñecas, vestidas de forma real.
Tan real como la vida de una familia burguesa acomodada del siglo de oro holandés, una familia por ejemplo, como la de Maria Trip cuyo retrato de 1639 pintó el más afamado pintor de entonces, Rembrandt van Rijn.
Rembrandt se hizo famoso como retratista nada más llegar de Leiden, las familias distinguidas formaban parte de su selecta clientela.
María Trip tenía veinte años cuando la retrató y estaba soltera. Es posible que este cuadro sirviera de tarjeta de presentación para algún futuro marido y por eso Rembrandt la pintó ricamente enjoyada, peinada y vestida a la moda francesa. Una tela semitransparente cubre el escote, que sólo podían mostrar las damas de la corte.
Rembrandt era el maestro de maestros de la época. Y lo demostró gracias a obras inolvidables que también forman parte del Rijksmuseum, como “La Ronda de Noche”.