1. Escuchar el tañido de la gran Campana Ben de la Torre del Reloj de las Casas del Parlamento.
Y para qué has ido a Londres, ¿si no? Si, es cierto que ahora está la gran noria, el London Eye. Éste pretende ser el nuevo símbolo de la ciudad, pero qué sería de Londres sin la figura omnipresente del Big Ben, de la Torre del Reloj que permitía en el siglo XIX conocer la hora a todo londinense de pro interesado por llegar puntual a una cita...
La asombrosa arquitectura gótica de las Casas del Parlamento (también llamadas Palacio de Westminster) le da un aire encantador al Támesis, mientras el fiable y legendario timbre de la gran campana construida en 1859 suena por toda la ciudad. La esfera del reloj mide 7 metros, la manecilla horaria 2.7 y el minutero 4.2 metros.
El gobierno inglés se reúne aquí.
2. Dar de comer a los pájaros en cualquiera de los extensos parques de la ciudad
A los pájaros o a las ardillas. Los parques londinenses están poblados por numerosas especies de aves: cuervos, gaviotas, pelícanos, fochas comunes, gansos, barnaclas, éideres, gallinetas de agua, estorninos pintos, cornejas y un largo etcétera que hace de las visitas a los parques un momento inolvidable. Como el que nosotros vivimos en Saint James' s Park.
3. Coger el metro (Tube).
This is Russell Square.This is a Picadilly Line Service to Heathrow Terminal 4. Sí, también es típico coger cualquiera de los autobuses rojos de dos pisos que, junto con los clásicos taxis negros, parecen ser el único tráfico de la ciudad (creo recordar que hay que pagar para entrar en coche a Londres)...
Pero es que el Tube es especial. Sorprende su velocidad y su fiabilidad. Como en cualquier otra gran urbe, el metro es eficiente y un gran número de pasajeros atestan las estaciones más concurridas. Las de la City, por ejemplo, con un buen número de encorbatados viajeros corriendo por los pasillos. Por supuesto, las obras también están a la orden del día, pero al menos te avisan con tiempo de las que están previstas para los próximos fines de semana.
Los asientos de fieltro del Metro parecen no sufrir demasiado vandalismo, tampoco vimos muchas pintadas, ni en trenes ni en estaciones.
4. Tener cuidado con los cuervos de la Torre de Londres (pican).
O eso dicen los avisos que hay por el recinto de la Torre de Londres, el monumento más imprescindible de toda la ciudad. Situado en el medio de la City, y con vistas al impresionante Tower Bridge, no sólo posibilita la observación de las famosas Joyas de la Corona sino que permite pasear por entre los muros de la historia antigua y medieval.
Los cuervos, al igual que los alabarderos reales, son meros invitados en un espectáculo único que merece la pena visitar. En la foto, uno de los cuervos posa en el lugar donde se ubicaba el patíbulo de sacrificio y frente a algunas de las casas más antiguas de la ciudad.
5. Comer Fish & Chips en algún restaurante londinense.
Londres es caro. No, es carísimo. Y comer no le va a la zaga. Desayunar en el hotel nos hubiera salido a unos 20 €/persona. De ahí lo útil de comprar comida en supermercados como Tesco y salir un poco a flote económicamente.
Y la comida de Inglaterra, pues como cabría esperar, de regular a mala, pero yo prefiero decir que es diferente. En dos ocasiones comimos bien, eso sí. Una de ellas en el restaurante de la mismísima Torre de Londres, donde nos sirvieron un fish & chips de primera. Sorprende ver cómo han desaparecido éstos de la faz de la urbe.
6. Visitar los grandes Museos
Ver la Piedra de Rosetta, el Ramsés II, los leones alados asirios (y los cazados) o las esculturas del Partenón en el British Museum, la Secuoya gigante, los esqueletos de Dinosaurios, el Centro Darwin o la gran Ballena Azul del Museo de Historia Natural, "El matrimonio Arnolfini" de Van Eyck, "La Virgen de las Rocas" de Leonardo Da Vinci o "La Venus del Espejo" de Velázquez en la National Gallery... Londres tiene los más grandes museos del mundo, con algunas de las maravillas que, independientemente de su origen, muchos de nosotros tenemos en el inconsciente.
7. Visitar los pequeños Museos
No me refiero al Madame Tusseaud... me refiero a la pléyade de pequeños y encantadores museos que pueblan la ciudad. Desde el Museo Petrie especializado en Egiptología (dentro de la Universidad de Londres) hasta la Casa Museo de Charles Dickens.
Pero sobre todo a museos tan encantadores (y preparados expresamente para guiris) como el Museo de Sherlock Holmes, en el mismísimo 221b de Baker Street, allí donde tenían lugar las novelas de Conan Doyle, allí están Moriarty, Watson y compañía para acompañarte en un recorrido único. La tienda también está para eso, claro está.
8. Hacerte una foto con cualquiera de los iconos londinenses
Bueno pues sí, al fin y al cabo somos turistas y nos gusta ejercer como tales de vez en cuando. Y si no, para qué están los autobuses rojos de dos pisos, los buzones de correos (rojos también), los taxis negros o la imprescindible cabina de teléfono (roja, por supuesto) que repartidas por doquier por la ciudad invitan al turista a hacerse una foto...
Es casi imposible decir que no... desde luego, en pocas ciudades está tan ligada la imagen común de la ciudad a los recuerdos que de ella se venden. No, como suele ser, la de los grandes edificios o monumentos, lo más frecuente son souvenirs basados en estos iconos permanentes de la vida de Londres.
La verdad es que son bonitas, curiosamente el interior de casi todas las cabinas incluía publicidad de teléfonos eróticos.
9. Buscar la Tumba de Darwin, de Newton o de Haëndel en la Abadía de Westminster.
Bueno, y la de Lawrence Olivier, la de Charles Dickens, la de Isabel I, María Tudor o cualquiera de los nombres más famosos de la historia del Reino Unido. Después, puedes ir a buscarlos a la National Portrait Gallery, donde se ubica la mayor colección de retratos de personajes famosos de la historia de Inglaterra.
No sé que es lo que yo preferiría en su caso, terminar entre los abarrotados, barrocos y, eso sí, espectaculares monumentos funerarios de la Abadía o en las elegantes salas de la National Portrait Gallery.
La audioguía de la Abadia, por cierto, fenomenal. Vídeos y música incluidos.
10. Pasear: Convent Garden, Soho, Bloomsbury, Mayfair, Kensington...
Londres es una ciudad hecha para pasear. Más aún cuando estamos en Navidad y las calles se engalanan y lucen su mejor aspecto. Cada barrio tiene algo interesante que aportar.
El mercadillo de Convent Garden invita a mezclarse con cientos de personas en un ambiente ideal.
Las anchas calles de Oxford Street, Shaftesbury Avenue, Regent Street... éstas invitan a pasar a cada tienda, a admirar los enormes palacios y casas señoriales...
Los barrios de Bloomsbury o Kensington tienen el encanto de las grandes plazas públicas, los prestigiosos y vetustos museos, con un renovado encanto.
Las atestadas calles de la City conjugan lo antiguo (el Templo de Mitra, la Torre de Londres) con el corazón financiero de la ciudad...
Bueno, vale, es Harrods... el equivalente a nuestro Corte Inglés pero elevando al cuadrado la grandilocuencia, el gigantismo, lo kitch, pero a la vez con cierto gusto. El Harrods de Knigthsbridge debería ser parada obligatoria de todo turista de pro.
Pero además, hay multitud de tiendas, desde los habituales Mark & Spencer hasta los múltiples Zaras, Desigual, H & M ó The Gap tan frecuentes en el resto del mundo.
Por supuesto, hay tiendas especializadas. Y yo no dejé pasar la ocasión, el Forbidden Planet de Shaftsbury Ave cumplió su cometido: hacerme feliz.
Ni más ni menos que lo que logra una ciudad tan fascinante como Londres a aquellos que la visitan.