Londres está íntimamente asociada al río que la cruza y divide, el Támesis. Como suele pasar con las grandes ciudades (y en algunas ocasiones, incluso con los países) siempre hay un río emblemático que las define y que les concede una personalidad de la que carecen las que no lo tienen.
El Támesis es enorme, por supuesto. Su anchura y caudal sorprenden, pero así mismo sorprenden las históricas construcciones que lo acompañan o la fauna que aparece entre sus aguas a pesar de encontrarnos en el centro de una de las capitales más importantes del mundo.
El Thames, como se denomina en realidad, cubre un recorrido de 340 kilómetros, desde donde nace, en el Condado de Gloucestershire hasta su desembocadura en el Mar del Norte. Lamentablemente, en nuestra visita a Londres no pudimos acercarnos ni al Palacio de Hampton Court, construido por el Cardenal Wolsey para Enrique VIII, ni a Greenwich, los grandes hitos históricos cercanos a la ciudad que suelen considerarse los extremos de la misma (en lo que a turismo se refiere, claro).
Por ello, nuestra vista hubo de concentrarse a los dos puentes que más representatividad conceden a la capital del Reino Unido (de los 11 que lo cruzan en su término municipal).
Por un lado, el Puente de la Torre (Tower Bridge, cercano a su vez al conocido London Bridge), gran obra ingenieril del XIX cerca de la City y la Torre de Londres. Por otro, el puente de Westminster, con el paisaje de las Casas del Parlamento y el Big Ben en una orilla frente a la noria del milenio, el London Eye, en la otra.
Y en medio, un caudal importante de agua, constantes viajes de barcos de recreo y transportadores, puentes que cruzan para conectar las dos partes de la ciudad... y aves, un buen número de aves sumergiéndose en sus aguas y, no sin sorpresa, teniendo éxito.
Es cierto que los parques londinenses están poblados de pájaros: fochas, gansos, gaviotas, cuervos, cornejas, palomas torcaces, pelícanos, polluelas de agua, estorninos pintos.... Pero también lo es que algunas de estas aves están necesariamente asociadas al río Támesis.
Al menos, suerte es la que tuvieron algunos de los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo)que buceaban entre las aguas del río inglés. Los cormoranes, para algunos una plaga pues resultan competencia directa, son aves acuáticas de precioso y negro plumaje, muy adaptadas a la pesca en aguas poco profundas pues necesitan tiempo para secar sus plumas, al estilo de las anninghas americanas. Son animales muy comunes, la especie está extendida por una buena parte del mundo (subespecies incluidas).
De acuerdo con wikipedia, "Eminentemente piscívoro, se alimenta de un amplio abanico de especies, entre ellas las anguilas, que ocupan una parte considerable en su dieta en áreas donde está presente. Nada con su cuerpo sobresaliendo poco del agua, atisbando con frecuencia bajo la superficie para localizar peces. Depreda sobre las especies más nadadoras y diurnas, a las que persigue nadando o, más frecuentemente, buceando. Puede bucear a profundidades considerables, pero no suele alejarse de la costa. Permanece sumergido una media de 20-30 segundos. Devora sus capturas en la superficie. A veces cooperan varios individuos para acorralar conjuntamente a sus presas." Y de ahí, el bonito espectáculo de los cormoranes pescando en las aguas del Támesis:
Pero además de pájaros, un buen número de barcos surca el río. El H.M.S. Belfast, sin embargo, permanece anclado y quieto en el puerto, listo para ser visitado por los turistas. Sin embargo, otros barcos, pequeños cargueros y remolcadores, cruceros y barcos de transporte de turistas... Londres continua siendo un puerto de tráfico fluvial.
Sin embargo, el que antaño fue el puerto más grande del mundo no se puede comparar con el actual, aunque continúe habiendo tráfico fluvial. En su momento, gran parte de la riqueza de Gran Bretaña fluía por el Támesis.
En la época Tudor, los mercantes reconstruyeron el antiguo puerto romano y sajón, momento en el que 2000 barcos transportaban a la gente por el río. En los siglos XVII y XVIII Londres se convirtió en el mayor puerto del mundo. En el XIX, cuando el río ya era una cloaca, un millón de personas trabajaban en el Puerto de Londres.
Los residuos industriales y domésticos de la ciudad viajaban por su superficie hasta el mar, hasta que diferentes arquitectos (entre los que destaca Wren) reformaron el cauce e instalaron alcantarillado en la ciudad, lo que mejoró el aspecto del río. La construcción de un nuevo puente de Londres, con menos pilares que el antiguo, permitió que el río fluyera con más facilidad, evitando que la corriente se hiciera demasiado lenta.Desde entonces, el Támesis tiene menos probabilidades de tener eutrofización y, por cierto, no se ha vuelto a congelar totalmente (cosa que ocurría en el siglo XVIII de cuando en cuando).
En 1965 se trasladó el puerto a otra parte, mejorando mucho la calidad del agua en esta parte del río. La rehabilitación de puentes, riberas, Docklands y edificios históricos ha proporcionado a los londinenses una nueva forma de ver el río.
Entre ellos destacan, por supuesto, las Casas del Parlamento de Westminster, edificio gótico-victoriano a la orilla del Támesis. Cuando en octubre de 1834, un incendio destruyó el antiguo Palacio de Westminster, se comenzó a construir este espléndido edificio donde se reúne todavía el parlamento inglés.
Como no podía ser de otra forma, es la Torre del Reloj la que llama la atención, a la que se conoce por el nombre de la gran campana que da las horas, el Big Ben. Con 7 metros de diámetro, el reloj es espectacular, como lo es el sonido de la gran campana, vibrante, sobrecogedor, emocionante. Cualquier ciudadano londinense podía conocer la hora (la puntualidad británica no es un mero tópico) gracias al impresionante reloj y al sonido de la gran campana de bronce fundida en Whitechapel.
Al otro lado de Londres, en la City, se encuentra el otro icono representativo del Támesis, el Tower Bridge. Cuando se construyó en 1886, los grandes barcos todavía navegaban por el Támesis londinense. Por ello, y para descongestionar los otros puentes de la City, el parlamento autorizó la construcción de este enorme puente levadizo doble.
Se determinó que fuera construido en estilo gótico para que no rompiera el paisaje urbano, pues la Torre de Londres está al lado mismo de una de las Torres del puente.
Sólo se necesitan 90 segundos para levantar el puente. En 1894, cuando se inauguró, se llegaba a abrir unas 50 veces al día. Hoy en día, con los muelles cerrados, se levanta, como máximo, unas 15 veces al día (y, particularmente, en verano).
Es ciertamente evocador el paisaje de la City mientras pasa el Támesis por sus muelles y riberas (como lo es también el de Westminster). La Catedral de San Pablo o el Monumento se han terminado perdiendo entre los colosales edificios del centro económico de la ciudad (el centro político estaría en Westminster).
El atardecer proporciona una luz especial a este emblemático río y a la ciudad que circunda. Nos hemos prometido volver para poder navegarlo, pasar río abajo por debajo del Tower Bridge hacia Greenwich, o río arriba, por las Casas del Parlamento, para Hampton Court. El Támesis encierra tantas historias....